Símbolos


Copa micénica

Copa micénica

 

Una copa, la noche, las conchas y caracolas, la matriz, el agua y la tierra son símbolos que vehiculan la energía femenina.


Desde la orilla conocida y de la mano de símbolos naturales y revelados diseñados especialmente para promover el Conocimiento, nos remontaremos a esferas o parajes olvidados, recuperando la Memoria de un cosmos sexuado que se regenera a través del ser humano que lo encarna.



Primavera 2009


Cartas del Tarot de Marsella


El Mago


Primero eran páginas en blanco. Matrices que al ser fecundadas gestaron el modelo cósmico completo. El Supremo Artesano pensó, proyectó y numeró, luego repartió en tres grupos (22, 40, y 16) y nombró: Arcanos Mayores, Menores y de la Corte; crecieron en el útero y una vez formada la criatura, se alumbraron los vástagos constituyendo cada uno un todo y paradójicamente entre todos, el mismo todo.


Ver al mazo del Tarot como reproduciendo el acto cosmogónico puede resultar un tanto sorprendente, o sea, verlo como el fruto o hijo de la polarización primigenia, donde cada lámina en blanco es un símbolo del principio femenino, de la substancia universal indiferenciada que recibe el flujo espermático del Pensamiento, y de cuya cópula se engendra una posibilidad que primero es arquetipo, luego idea que va tomando forma hasta coagular en una figura, en un símbolo visual, en una concreción material, un arcano con nombre propio: El Loco, El Mago, La Emperatriz, La Templanza... El As de Bastos, El Cuatro de Espadas, La Reina de Copas, el Paje de Oros, y así hasta completar el Libro.


Es mucho lo que puede decirse del valor simbólico de este juego sagrado, de sus connotaciones cosmográficas, numéricas, astrológicas, alquímicas, míticas, iniciadoras en los misterios del cosmos, etc., pero en esta oportunidad queremos destacar la permanente presencia de lo femenino y la mujer en todo el mazo.


La Rueda de la Fortuna



La Rueda de la Fortuna, La Papisa, La Emperatriz, las dos mujeres de la carta del Enamorado,

 

La Sacerdotisa
La Emperatriz
El Enamorado



La Justicia, La Fuerza, La Muerte,

 

La Justicia
La Fuerza
La Muerte



La Templanza, la hembra de la carta de El Diablo y La Estrella

 

La Templanza
El Diablo
La Estrella



La Luna, la dama joven del arcano del Juicio y la que figura en el centro de la mandorla del Mundo, todas ellas pertenecientes a los Arcanos Mayores...

 

La Luna

El Juicio
El Mundo


...son expresiones de la rica y amplia significación de lo femenino dentro del orden cósmico. Una corriente sin la cual nada sería, como tampoco sería el universo si aquélla no se conjugara con un aspecto masculino, activo y viril, pues de la constante interpenetración de los aparentes opuestos se generan los innumerables seres, mundos, espacios y posibilidades. Cada uno de los arcanos anteriores pone de relieve una u otra faceta de la feminidad presente de distintos modos en los simultáneos planos del ser universal: la vacuidad, la receptividad, la fertilidad, la generación, la atracción, la gracia y el encanto, la economía y la administración. La fluidez, la plasticidad, la virginidad, la elección y la decisión; asimismo la audición y la pasión, la fuerza de lo sutil, lo interior y oculto y los misterios de la vida y de la muerte que se expresan de forma cíclica, son cuestiones directamente vinculadas con la faceta yin de la manifestación, sin olvidar la intuición intelectual, la contemplación y la imprescindible destrucción de todo lo creado cuando retorna a su origen indiferenciado, donde ya cualquier dualidad es trascendida.


Conciencia es nombre femenino, como también lo es el de Alma, puente entre el mundo material o corporal y la realidad del Espíritu. El Alma es mediadora y se la simboliza por las aguas y su constante fluir; se sutilizan y evaporan, volviendo luego a licuarse y a caer como lluvia o rocío sobre la tierra. El Alma eleva lo de abajo hacia arriba, conecta lo concreto y sensible con las formaciones sutiles y también con lo universal, con las ideas y arquetipos y con el misterio del Espíritu. Y al mismo tiempo vehicula las potencias de lo alto -de lo intelectual o espiritual- conduciéndolas por todos los estados hasta el que toca la realidad sensible.


Las deidades femeninas de los innumerables panteones tradicionales están presentes en los arcanos del Tarot: Atenea-Minerva, diosa de la Sabiduría y la Inteligencia, Afrodita-Venus, diosa del Amor y la Belleza, Deméter-Ceres, diosa de la Naturaleza, la fertilidad y la fecundidad y su hija Proserpina-Perséfone, relacionada con la muerte y la regeneración. Artemisa-Diana, vinculada con la virginidad y la castidad, las Erinias-Furias con la justicia y la venganza, así como las Horas con el orden social y el de las estaciones. No olvidemos a Mnemosine, deidad de la memoria, el recuerdo y la anamnesis y sus nueve hijas las Musas, diosas de la inspiración poética, la música, la danza y la historia. Y las Ninfas, representantes de la vitalidad y la fecundidad, o las Sirenas relacionadas con la música de las esferas y también con la distracción. Hera, patrona del matrimonio, las Tres Gracias, estandartes de la Belleza, el Amor y el Placer, Tique o la Fortuna, y por supuesto Hestia, la que mantiene la llama del hogar siempre prendida.


Juguemos a reconocerlas en los Arcanos Mayores del Tarot, y sobre todo a verlas como espejos de realidades que nos conforman y que con nuestros gestos y existencias recreamos... Energías que por otro lado no sólo se expresan en su faceta positiva, luminosa y constructiva sino también en la inversa, oscura, negativa y destructiva.


En los Arcanos Menores, cada uno de los palos está en correspondencia con uno de los cuatro planos en los que simbólicamente se estructura la jerarquía del Universo, tanto en su faceta macro como microcósmica. Así los bastos simbolizan la realidad más alta, la de la ontología, el ser en sí mismo o el Espíritu, también vinculado con el elemento fuego. El mundo intermediario del Alma está representado en su faceta superior por las Espadas, asociadas a las ideas arquetípicas, a la mente y al elemento aire, y en su aspecto inferior se lo representa por las Copas, en correspondencia con el agua y el psiquismo individual y denso. Finalmente el plano de la realidad concreta, material o corporal, la tierra en la que coagulan las energías de los mundos superiores, se expresa por los Oros.


As de Espadas
As de Copas


Son muchas las lecturas de esta simbólica de la jerarquía, y una de ellas, que no se contradice con otras que aquí no podemos tratar, es la que contempla al mundo del Espíritu (Bastos) como masculino y derramando sobre los tres planos inferiores femeninos todas sus semillas cósmicas, los cuales las acogen, y como si de matrices se trataran, gestan y generan las respectivas producciones propias de su nivel: en el del Alma superior (Espadas), las ideas arquetípicas, en el del Alma inferior (Copas) las formaciones sutiles y en el de la tierra (Oros), las concreciones materiales, y todo ello en simultaneidad.


Pero además, dentro del mundo del Alma se reproduce este modelo, pues lo jerárquicamente superior, el Alma en su faceta más alta, está representada por las Espadas, un símbolo axial y viril, guerrero, positivo y masculino, presto a rasgar los velos que hacen posible la circulación de las energías por todo el universo. Y en complementariedad, el Alma inferior se figura con las Copas, símbolo asociado a lo femenino, al receptáculo, al envase vacío que recibe todos esos influjos de lo alto. Espadas y Copas denotan el carácter andrógino del Alma, o sea que ésta es a la vez yin y yang , activa y pasiva; atrae, recibe, concibe, reproduce, alumbra, destruye y devuelve.


Y no podemos abordar la simbólica que imprime cada una de las numeraciones del 1 al 10 en los respectivos palos, pero sí enunciar que según la tradición pitagórica los números a partir del 2 son sexuados por lo que masculino y femenino se trenzan en el decálogo de cartas de cada color, ampliando las posibilidades de intelección de la realidad interna sexuada del Cosmos.


Siguiendo con la combinatoria universal que es posible explorar a través de este juego de 78 dígitos, nos fijamos en los 16 Arcanos de la Corte, donde hay cuatro personajes femeninos por excelencia, las Reinas correspondientes a Bastos, Espadas, Copas y Oros. Rey, Reina, Caballero y Paje se relacionan respectivamente con Espíritu, Alma superior, Alma inferior y Cuerpo. Y dado que todo esté en todo, la Reina de Bastos es la presencia del Alma Superior dentro del mundo del Espíritu, la Reina de Espadas es el Alma superior en sí misma, la Reina de Copas es esa misma Alma superior influyendo en el seno del alma inferior y la Reina de Oros es la simbólica del Alma superior en el mundo de la concreción material.


Reina de Bastos
Reina de Espadas
Reina de Copas
Reina de Oros


A su vez, la Reina cohabita en cada plano con el Rey, el Caballero y el Paje, dándose una constante interpenetración entre lo simbolizado por cada uno de los cuatro personajes. Rey y Reina son esposos; el Caballero siempre orienta su corazón a la conquista de su amada, que en cierto sentido es también la Reina, y el Paje es su fiel servidor, y siempre se somete a ella.


Estas son algunas de las simbólicas que se desvelan cuando se trabaja con el libro del Tarot, con este pequeño pantáculo del mundo que contiene las indefinidas analogías que se establecen entre todos los planos verticales y sus expansiones horizontales, donde siempre aparece un principio masculino y otro femenino que no dejan de estar en compenetración, uniéndose o separándose, influyéndose mutuamente, trenzando y destrenzando un equilibrio, el cósmico, que es fruto de la constante tensión entre dos polos. Sin el binario el universo no sería; la del binario es una ley universal, pero no se trata de un "uno" y un "otro" irreconciliables, sino de las dos facetas del Uno y único. Hay que destruir esa corriente mortífera del dualismo impresa en la conciencia del mundo moderno y recuperar la de la Unidad del Cosmos y todo lo que lo conforma.



La Torre de Destrucción



Y el juego no se detiene, ahí está como fiel compañero de camino, trazando a cada instante la ruta hacia el centro de uno mismo. Muchas mujeres así lo han reconocido y lo reconocen; quizá sea su predisposición a la plasticidad, a la sensibilidad o la receptividad lo que las inclina a investigar en el Tarot. Contemplan los arcanos, estudian las relaciones, viajan por los mundos que las láminas revelan, barajan las cartas, hacen tiradas y así se adentran en el conocimiento de sí mismas y del mundo. Y no lo ven como un mero instrumento predictivo que les solucionará los problemas de la vida anecdótica -aunque algunas sí que sólo se quedan con esta visión restringida- sino que lo reconocen como un pantáculo, un pequeño Todo, uno de los mandalas por excelencia de Occidente.


Para ampliar la simbólica del Tarot


Otoño 2009


El tapiz, el bordado y sus herramientas


Tapiz de la Creación, Catedral de Girona, siglo XI o XII

Tapiz de la Creación en la catedral de Girona


Un tapiz y un bordado son una nueva creación, la expresión de una cosmovisión que la tejedora o bordadora ha reconocido en su interior, haciéndose entonces transmisora de esa sabiduría y plasmando las enseñanzas universales de las que es depositaria en la tela iluminada. Todo en su labor es significativo, simbólico. Para empezar las herramientas con las que ejecuta las obras, que no son fruto de su invención, sino la aplicación de unas ideas universales. Así por ejemplo, el huso es un eje, cual el "eje del mundo" que conecta el polo celeste del cosmos con el terrestre, el que se apoya sobre un pivote o es atado a un palo sujeto a la cintura de la hilandera. Así se simboliza la procedencia uránica de toda la manifestación universal y la unión indisoluble del cielo y la tierra.



Madonna del huso, Leonardo da Vinci

"Madonna del Huso" de Leonardo da Vinci


La virgen -símbolo de la sustancia universal receptiva e indiferenciada o del principio femenino del cosmos-, al ser fecundada por el principio masculino (simbolizado en esta pintura por el huso, miembro viril) alumbra al hijo, el cual a su vez sostiene el "axis mundi" que atraviesa todos los planos del universo, señalando con su dedo y mirada el recorrido ascendente por el que toda la manifestación retorna a su Principio.



Huso de madera

Huso


La bola de lana peinada, de algodón o de seda, pueden ser vistas como esa sustancia universal todavía sin forma, las cuales se insertan en el huso, o son penetradas por él, y al imprimir un movimiento circular a ese eje, la hilandera, con una sutil rotación de sus dedos, extrae de ese amorfo un hilo, que irá afinando hasta darle el grosor, la fortaleza y la resistencia adecuadas. Con esa primera producción se confeccionarán telas sobre las que se bordará con otros hilos más finos y de múltiples colores, o bien se tejerá un tapiz con el telar.


El hilo es también un símbolo universal: éste es el que liga a todos los estados de la existencia entre sí y con el Principio, además de representar el hilo de la Tradición, o de la Sabiduría Perenne que se transmite siempre renovada, pero idéntica en esencia, de edad en edad, de tiempo en tiempo, aquí o allí, pues su mensaje es imperecedero.

 

Un huso antiguo y una bola de lana sin hilar

Huso y madeja de lana


Por otra parte, el delicado movimiento rotacional del huso y de los dedos de la hilandera son mucho más que un gesto repetitivo y mecánico; son movimientos análogos a los de las esferas celestes, las que al girar emiten una melodía llamada por los antiguos "la música de las esferas", a la vez que los desplazamientos de los astros y estrellas, sus conjunciones, oposiciones, encuentros y desencuentros, trazan en el empíreo una danza que es la gran coreografía cósmica, como la que realiza la artesana al hilar, que se acompasa así a los ritmos y grafías del universo.


Hilandera, Giovanni Boccaccio. Le livre des cleres et nobles femmes

Mujer que al hilar parece danzar


Con una visión otra, también se descubre que hilar y tocar instrumentos de cuerda son acciones rituales complementarias. Al hilar, tejer y bordar se repite el gesto por el que el Universo es generado. Es con el hilo invisible surgido de sí mismo que el Supremo Artesano o Demiurgo del mundo teje la urdimbre y la trama del Cosmos, con sus planos simultáneos y siempre concatenados, unidos entre sí configurando un todo, fruto del permanente equilibrio de las tensiones de los aparentes opuestos. Un orden orgánico, como es orgánica la labor de la hilandera o tejedora, que realiza su oficio con esta apertura de la conciencia, o sea reconociéndose colaboradora de la generación y regeneración del mundo. Porque lo que labra con sus manos, antes o simultáneamente, lo ha reconocido en su alma. El alma, ese "espacio" intermediario entre la realidad material y la del Espíritu. Un mundo de luces y oscuridades, de formas, colores, notas, números, proporciones, muertes y renacimientos que la artesana "ve" con el ojo del corazón (intelecto) y plasma y fija en su tejido o bordado.


Los instrumentos de cuerda son también eso, hilos de distinto grosor y longitud que reproducen las mismas armonías del cielo y de la tierra. Tañir dichos instrumentos promueve la reminiscencia de esos mundos secretos, ocultos en la conciencia. La audición de la música que se desprende de las vibraciones de las cuerdas, despierta al alma del sopor, y la eleva por aquél tapiz invisible de notas, de números, de proporciones que dibujan escalas, produciéndose saltos de nivel que devuelven el recuerdo o la vivencia de estados de conciencia suprahumanos, e incluso del estado de unidad que en su indiferenciación e inmovilidad contiene en potencia todo su Ser.

 

Vasija griega con mujeres tocando instrumentos de cuerda

Mujeres griegas tañendo instrumentos de cuerda


Es de sobras conocido el enorme poder de la música como purificadora del alma, como reveladora de su código interno y por lo tanto como una escalera que va remontando los planos o estados de conciencia y se abre hacia al misterio de la no dualidad del Ser y el No Ser (ver en la sección de Textos el de Arístides Quintiliano seleccionado por Joscelyn Godwin que se explaya en estas simbólicas).


Dama tocando el arpa, Guiovanni Boccaccio, Le livre des cleres et nobles femmes

Mujer medieval tocando el arpa


Y todo lo dicho no tiene nada de bucólico, de ensoñación, ni de antigualla, aunque es bien cierto que hoy casi se ha perdido el recuerdo de las posibilidades latentes en todas esas dedicaciones. Mas todavía quedan abuelas, madres e hijas que actualmente se transmiten estos saberes y tienen la oportunidad de penetrar en el conocimiento de sí mismas y del mundo a través de la sencilla, y aparentemente inocente, labor de hilar, tejer y musicar.


Y esta mujeres, ¿en qué están ? ¿tejen, hacen música o danzan? ¿o acaso todas estas acciones se conjugan conformando un canto único?


Indígenas guatemaltecas cardando e hilando la lana

Jóvenes peinando y afinando el hilo

 

Mujer preparando la madeja

Preparando la madeja con el baile de los brazos



Manos hábiles de tejedora

Manos hábiles de tejedora


Hemos visto que el huso es el instrumento más simple para confeccionar el hilo, muy fácil de llevar a cuestas, lo que permite a la hilandera realizar la labor allí donde se encuentre. Luego también está la rueca, una rueda sujeta a un soporte que se acciona con una manivela que la hace rodar, afinando así el hilo. Ni que decir que este aparejo es también un símbolo universal, el de la rueda, con todo lo que éste expresa como imagen del Cosmos: el centro inmóvil origen de la circunferencia, o el Principio y su manifestación y despliegue, etc., etc. (ver El Simbolismo de la Rueda, de Federico González)


Rueca

Una rueca


Una vez obtenido el hilo, se puede ya tejer el tapiz o confeccionar la tela que se bordará con indefinidos motivos. Se comienza la labor estableciendo los límites, dentro de los cuales "aparecerá" toda la recreación por mano de la artesana. Este límite viene dado por el telar en el caso del tapiz o por la tela cuando se borda.


El telar más sencillo es el vertical, llamado también de cintura. Se trata de un bastidor, un extremo del cual se suspende de un poste o árbol por una cuerda o "cordón umbilical", y el otro se mantiene tenso por un cinturón que rodea la cintura de la artesana. Conforme trabaja, la tejedora se balancea hacia atrás para incrementar la tensión en el telar o hacia adelante para relajarla. Su cuerpo es uno con el telar, que a su vez es uno con el eje al que está sujeto. Fluye la energía del Principio a través de ese eje vertical (árbol o poste), atravesando el telar atado a la tejedora, la que recibe toda la sapiencia, que reconoce en sí misma, y como fruto de esa aprehensión, surge la obra de arte.



Telar maya vertical

El telar vertical o de cintura


En el telar se distigue la urdimbre y la trama. La urdimbre son los hilos (normalmente de un solo color) que a modo de fondo indiferenciado simbolizan la unión de todos los mundos o planos simultáneos del Cosmos. La urdimbre, cual aspecto receptivo de la manifestación universal, es atravesada de arriba a abajo y viceversa por la aguja o por la lanzadera, instrumento viril, éste último habitualmente de madera y que tiene forma de nave. Su recorrido vertical va haciendo aparecer la trama, o sea las formas, colores, seres e historias que simbolizan el desarrollo condicionado y temporal de cada uno de esos planos de la existencia cósmica. Aunque existe también otra simbólica cósmica sobre la urdimbre y la trama que se puede consultar en la sección Textos. (ver El simbolismo del tejido de René Guénon)


Volvamos a la lanzadera y a su
analogía con la nave. Esta representa en todas las culturas el vehículo que atraviesa las aguas, las que se refieren al mundo del Alma (tanto la superior o universal como la inferior o individual), intermediario entre la realidad corporal y la del Espíritu. Con este soporte se cruza el extenso ámbito de los planos inteligibles o cognoscibles hasta la llegada al puerto de destino, el Principio o estado de conciencia de unidad, donde finalmente la nave será abandonada para poder así salir de los límites del Universo hacia el reino de la metafísica. Es con esa nave que la tejedora atraviesa la urdimbre, y al conocer sus regiones o comarcas y los seres y dioses que las habitan, las alumbra, les da vida, constituyendo pequeños o grandes mapas del Cosmos.

 

Lanzaderas de madera

Lanzaderas


Y aunque esto no agrade al ser humano moderno, o no lo entienda por sus prejuicios e ignorancia, toda la labor de tejer y bordar es anónima, porque no se trata de potenciar los egos de la artesana, sino justamente de poder trascender su individualidad, de atravesar la visión separatista o dual de la existencia y renacer, a través del soporte del tejido o del bordado, al conocimiento de las posibilidades más que humanas que subyacen en su interior, en su conciencia.

 

Mujer tejiendo en Santa Catalina Palopó

Diestra artesana


Para bordar, todos los aparejos son más sutiles, ligeros y delicados que los utilizados para realizar tapices. Los hilos son más finos, la lanzadera se sustituye por la aguja, el telar por el bastidor, pero los gestos, intenciones y realizaciones son análogos.


Utiles para bordar

Bastidor y útiles para bordar


Bordadora mallorquina

Bordado mallorquín


Bordadora

Bordado floral


Al final se produce el alumbramiento, nace la nueva criatura. Se corta el hilo, el cordón umbilical. La obra se ha completado y se entrega para la contemplación, lo que no excluye que tenga también una función práctica. Constituye la expresión de lo vivido y conocido por la tejedora, y a la vez es un modo de enseñanza y transmisión. Como un libro, que relata el misterio del Cosmos, de su Principio, de su despliegue, de su construcción y demolición.

 

Biblia con tapas bordadas

Biblia del s. XVI con tapas bordadas


Como muestra de lo dicho se presenta una pequeña selección de tapices que de una manera u otra plasman una cosmogonía viva, la visión de la unidad del Ser experimentada por la artesana a lo largo de la confección de la labor, proceso parejo al desvelamiento de su alma, que sometida a profundas transmutaciones ha conocido el principio, medio y fin de la Existencia, y conociéndola se ha podido liberar de todos sus límites, saliendo entonces del cosmos a través de la estrella polar, o por el ojo de la aguja que es lo análogo en el simbolismo que tratamos.


Juno transforma a Calisto en Osa

La metamorfosis de Calisto en osa que luego será la constelación polar


Las tres Parcas y la Muerte

Tapiz con la Muerte y las tres Parcas como símbolo del ciclo vida-muerte-renacimiento


La caída de Babilonia

Tapiz que representa la caída de Babilonia, la demolición del mundo viejo, de los esquemas caducos, de los miles de prejuicios que dificultan e imposibilitan la visión de posibilidades latentes en el Alma del Mundo


La Nueva Jerusalén

Tapiz con la Jerusalén Celeste, el Nuevo Mundo, un estado de la conciencia que el alma puede conquistar


Y ahora, una colección de seis tapices medievales de gran belleza, conocidos como "La Dama del Unicornio", donde la protagonista es una mujer situada en una geografía fuera del tiempo y del espacio, flanqueada en todos ellos por dos animales simbólicos, el león a la izquierda y el unicornio a su derecha, y ella en medio, como el eje del caduceo entorno al cual se enrollan las dos serpientes, o como el pilar central del Arbol de la Vida sefirótico, síntesis de la conjunción de los opuestos, y a la vez una escala que se remonta de la tierra al cielo. Cada tapiz está dedicado a un sentido, a una de las "puertas" o "ventanas" de acceso a los mundos invisibles e interiores de la conciencia que se hacen "visibles" o inteligibles al intelecto, revelando la estructura interna del Cosmos y de todos sus estados, desde los inferiores a los superiores, o suprahumanos, que en este trabajo de tejeduría se expresan a través de símbolos vegetales, animales y humanos. Un Mundo del que uno debe desprenderse, como la Dama de sus joyas en el sexto tapiz, significando de este modo el abandono de la ilusión cósmica y la apertura a la Realidad ilimitada de lo Metafísico.


El gusto

El Gusto



El olfato

El Olfato


El oido

El Oido


El tacto

El Tacto


La vista

La Vista


El deseo

"A mi único deseo"


Tapiz con una escritora

Tapiz con la escritora, el ave portadora del mensaje y el ángel que sostiene la tinta para escribir


Como corolario, sigue una selección de bordados de distintos lugares y tiempos en los que pueden reconocerse unos motivos presentes en todas las culturas de la tierra: círculos, cuadrados, cruces, esvásticas, grecas, espirales, estrellas de 4, 5, 6, 7, u 8 puntas, etc; o flores, pájaros, animales de todos los reinos, árboles, como símbolos que el ser humano no inventa sino que reconoce en el mundo, identificando en ellos su enorme poder transformador, pues son los vehículos de los dioses que animan el Cosmos, los intermediarios entre el Principio oculto y toda su manifestación.


Tapete de Brujas

Encaje de Brujas


Estrella lagarterana

Motivo lagarterano


Cenefa lagarterana

Greca lagarterana


Cenefa de Navalcán

Cenefa de Navalcán


Esvástica

Esvástica de Navalcán


Bordado de Navalcán

Bordado de Navalcán


Pavo Real, motivo maya

Pavo Real (Motivo maya)


Arbol de la Vida con animalitos, bordado maya

Arbol de la Vida con animales (Bordado maya)


Arbol de la Vida maya

El Arbol de la Vida (Bordado maya)


Aguilas bicéfalas

Aguila bicéfala (Bordado maya)


Vestido maya con motivos geométricos,  florales y animales

Huipil con soles, estrellas, flores y pájaros


Bordado segoviano

Bordado segoviano


Motivo segoviano geométrico

Motivo geométrico segoviano


Mandala octogonal, motivo segoviano

Mandala. Bordado segoviano


Estrella bordada, motivo vasco

Bordado vasco


Tipos de cenefas vascas

Motivos de bordados vascos


Mantón floral de traje regional español

Mantón regional extremeño


Traje extremeño bordado

Traje extremeño


Huipil maya

La salida del cosmos expresada por el huipil maya



Primavera 2010


El ciclo femenino y la luna


Athanasius Kircher, Turris Babel, Amsterdam, 1676

Recorrido aparente del Sol y
la Luna entorno a la Tierra


La idea de ciclo está grabada en la naturaleza de la mujer, como un reloj orgánico acompasado al tiempo que rige la manifestación universal. Los astros marcan este movimiento con sus desplazamientos en el cielo y establecen unas pautas armónicas, que ordenan a su vez la vida de la tierra y todo lo que en ella vive.


"El tiempo es 'medida' -que siempre supone un espacio-, módulo y proporción que vincula las distintas partes del cosmos y es por eso un elemento de unión entre ellas; pero sobre todo es la ley, que al cumplirse indefectiblemente hace posible todo esto, en cuanto se advierte que su presencia -manifestada por el movimiento- obedece a pautas y ritmos periódicos que ligan a los seres, los fenómenos y las cosas entre sí, estableciendo parámetros, analogías y prototipos que inmediatamente llevan a la idea de un mismo y único modelo universal; la manifestación de este modelo es la totalidad de lo posible, y su expresión más evidente la vida universal y la naturaleza como símbolo de ésta. Por ello el tiempo siempre es actual; no es algo generado en los comienzos y que subsiste como un componente abstracto de la realidad psicofísica, sino que expresa esa misma realidad ahora, pues él es una de sus condiciones, es decir, un elemento siempre presente sin el que la vida no sería posible. Su cualidad es entonces parte constitutiva del cosmos, y su forma de manifestarse -que puede ser medida cuantitativamente en el espacio- la manera en que éste se expresa, y por lo tanto una clave para la comprensión de su esencia, un módulo válido para el conjunto de la creación. En esta perspectiva han de cobrar particular importancia las revoluciones de los astros y las estrellas en el firmamento, que por estables con respecto a la rapidez del movimiento de la tierra han de servir como guías y puntos de referencia para establecer las pautas generales del conjunto -la armonía de lo que Pitágoras llamaba la 'música de las esferas', la que se logra por la interacción de todos los movimientos individuales, incluido el de la tierra y los hombres." (Federico González, El Simbolismo precolombino, Ed. Kier, Buenos Aires, 2003)


Andreas Cellarius, Harmonia Macrocosmica, Amsterdam, 1660

El Sol, la Tierra y el movimiento
de la Luna con sus fases


"Es lógico pensar, por tanto, que si el tiempo es sumamente sagrado para una sociedad tradicional, también lo es el calendario, miniatura e imagen del cosmos, fijación del devenir, revelación de un saber atemporal que toma al movimiento como proyección espacial del tiempo al conjugarlo de contínuo. Por ello consideramos muy adecuado el estudio de los calendarios en cuanto instrumentos sagrados reveladores o mediadores del Conocimiento, que ellos mismos portan en su estructura, es decir, como epifanías permanentemente disponibles para transformar lo mutable en inmutable, lo visible en invisible, el caos en orden, la proyección indefinida en verdadera ontología; o sea en el Ser del Tiempo como hálito vital del Ser del Cosmos"
. (Federico González, Simbolismo y Arte, Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2004)


Los calendarios de todas las culturas se organizan ya sea siguiendo el ciclo solar, el lunar o conjugando los dos, amén de algunos que también incorporan la revolución de Venus. En este sentido:


"La Luna y sus ciclos en particular han sido, obviamente, de los primeros parámetros vigentes utilizados para establecer relaciones de todo tipo, y manifestar la cosmogonía, resultante de la interacción de los diversos cuerpos celestes -la Tierra incluida- y fijada en el calendario, que no es sino la proyección de la revelación cósmica y del Ser del Tiempo, como llevamos dicho. Muchas culturas han conservado en su estructura las fases de la Luna como punto referencial de primera magnitud. En otros casos los calendarios aún vigentes conservan un punto de vista soli-lunar alternado, como en el cristianismo y sus ciclos rituales. Necesariamente todas la culturas han tomado la luminaria nocturna y sus ciclos como una de las medidas fundamentales de la cosmogonía y sus ritmos, y estas pautas, altamente significativas, se asocian con innumerables términos conocidos o experimentados, tanto en el nivel físico como en el psicológico.


Calendario Lunar

Calendario Lunar


Si el movimiento de la Tierra alrededor del Sol en el día produce el primer ciclo unitario y recurrente, las fases de la Luna configuran las semanas y los meses, es decir espacios más demorados de tiempo y por lo tanto, ciclos más amplios, aunque deben considerarse conjuntamente estos planetas, ya que la Luna es un satélite de la Tierra. Al día y al mes ha de agregarse el ciclo del año, o sea el viaje zodiacal del Sol, que los incluye a ambos. Estas son las medidas que registran los calendarios, a las que debe añadirse por un lado una medida fundamental para todas las grandes civilizaciones, el Gran Año de 26.000 años (25.920) ó 13.000 (su mitad) en números 'redondos', correspondiente a la precesión equinoccial (se debe señalar que este movimiento es retrógrado) y de modo secundario otras relacionadas con planetas y estrellas (la estrella Polar, las Pléyades y las 'fijas' en general, así como los movimientos de Venus y otros astros, p. e.: los eclipses y nodos lunares)."
(Op. cit.)


Athanasius Kircher, Ars Magna Lucis, Amsterdam, 1671

Fases lunares


Nos interesa también destacar cómo se expresa la función intermediaria y la influencia directa de la Luna sobre la Tierra a través de dos autores que recogen la doctrina cosmogónica. El primer texto es de Cornelio Agrippa, hermetista del siglo XV-XVI que en su tratado Filosofía Oculta asegura:


"
La luna, más próxima a la tierra, recibe todas las influencias celestes; por medio de la velocidad de su curso, se une cada mes al sol y a los demás planetas y estrellas, oficiando de mujer para con todas las estrellas; es la más fecunda, recibiendo en sí una especie de feto, que son los rayos y las influencias del sol y de todos los demás planetas y estrellas, dándolos a luz como mediante un parto en el mundo inferior vecino; todas las estrellas se extienden sobre ella, como receptora última, que al punto comunica el influjo de todos los elementos superiores a los inferiores, volcándolos sobre la tierra. Su poder sobre las cosas inferiores es el más manifiesto de todos, y su movimiento es el más sensible, a causa de la familiaridad y vecindad que tiene con nosotros, y porque se comunica con todas estas cosas, como ubicada en medio de los cuerpos superiores e inferiores. Por ello debe considerarse su movimiento por encima de todos los demás, ya que es el que ejecuta casi todos los conciertos que ella mantiene, de modo diverso, con las cosas de aquí abajo, según su propia complexión, movimiento, situación y aspectos diferentes respecto de los planetas y todos los demás astros. Y aunque recibe las fuerzas de todas las estrellas, no obstante en mayor abundancia las recibe del sol, cuando está en conjunción con éste; el sol la llena de fuerza vivificante y ella recibe de él su complexión en proporción a su mirada.


En su primer cuarto, según los peripatéticos, es caliente y húmeda; en el segundo, caliente y seca; en el tercero, fría y seca; y en el cuarto, fría y húmeda. Y aunque sea el más bajo de todos los astros, no obstante desarrolla todas las producciones de los astros superiores, puesto que el orden de las cosas comienza por ella en las cosas celestes, lo que Platón llama cadena áurea, por medio de la cual cada cosa o cada causa, al estar encadenada con otra, depende de una superior hasta que llega a la primera y soberana causa de todas las cosas de donde depende todo. De allí surge que de ningún modo podemos extraer la fuerza de las cosas superiores a no ser por medio de la luna. Por ello Thebit dice que, para disponer de la fuerza de una estrella, debe contarse con la piedra y la hierba de esa estrella, cuando la luna está felizmente sometida a esa misma estrella, o la mira favorablemente."
(Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta, Ed. Kier, Buenos Aires, 1998)


Michael Maier, Atalanta Fugiens, emblema XLV

La Tierra, entre el Sol y la Luna


El segundo fragmento es de Plinio el Viejo, sabio muerto el 79 d. C., que en su obra enciclopédica Historia Natural dedica dos capítulos a la cosmología y al estudio de los movimientos celestes. De la Luna explica:


"Ahora bien, les gana en admiración a todos el último de los astros, el más familiar para nuestras tierras y el que fue descubierto por la naturaleza para remediar las tinieblas: la luna. Multiforme y ambigua, fue una tortura para la inteligencia de sus observadores, que se indignaban de que el astro más próximo fuese el más desconocido, siempre creciendo o menguando, unas veces con su faz curvada en forma de cuernos, otras veces partida justamente por la mitad, otras redondeada en círculo; llena de manchas y de pronto resplandeciente; inmensa en su plenitud total y de repente reducida a nada; unas veces pernocta, otras veces, sale tarde y durante parte del día ayuda a la luz del sol, y otras está eclipsada, pero es visible a pesar del eclipse (ya que a final de mes se oculta y no parece que entonces esté en ese trance). Además, está alta o baja, pero tampoco esto conforme a una misma ley, sino que unas veces está cercana al cielo, otras próxima a los montes, o bien elevada al aquilón o descendida hacia los austros. Estas singularidades suyas fue Endimión el primer hombre que las advirtió; por eso cuenta la tradición su amor por ella. (...)


Pues bien, siendo la más cercana al eje y, por tanto, la de un curso más corto, recorre en veintisiete días más un tercio de otro las mismas distancias que Saturno, el más elevado de todos, en treinta años, como se ha dicho. Luego, después de detenerse durante dos días en conjunción con el sol, reinicia el mismo ciclo al cabo de treinta días como muy tarde. No sé yo si no es ella la maestra de todas las cosas que pudieron ser conocidas en el cielo, a saber: que debe dividirse el año en intervalos de doce meses, tantos como veces ella alcanza al sol cuando éste vuelve a su punto inicial; que, como los demás astros, está gobernada por la luz del sol, puesto que brilla con luz totalmente prestada por él, tal como la vemos titilar en el reflejo del agua; que, por eso, debido a su energía más tenue e imperfecta, libera o incluso aumenta el nivel de agua que pueden absorber los rayos del sol; que, también por eso, se ve con distinta luz, ya que sólo muestra a la tierra su plenitud cuando el sol está opuesto y los demás días exclusivamente la parte en que recibe el sol; que, por supuesto, durante su conjunción con él no es visible porque, al estar nosotros por detrás, todo el acopio de luz lo devuelve a donde lo tomó; que, indudablemente, los astros se nutren de la humedad terrestre ya que, cuando el disco lunar está en la mitad, jamás se ve manchado, evidentemente porque todavía no alcanza la potencia debida para absorber más cantidad, pues sus manchas no son otra cosa que los desechos que ha tomado de la tierra junto con el agua. Además, que sus eclipses así como los del sol (que son el hecho más sorprendente y más similar a un prodigio en la observación general de la naturaleza) resultan ser los indicadores de su sombra y de sus respectivos tamaños." (Plinio el Viejo, El Cielo, Ediciones Siruela, Madrid, 2000)


Athanasius Kircher, Obeliscus Pamphilius, Roma, 1650

Las diosas paganas como emanaciones
de las fuerzas lunares


La Luna, por tanto, es la primera intermediaria entre la Tierra y las otras esferas planetarias. Su influjo sobre todo lo que crece y decrece es muy grande, al igual que sobre lo que entra y sale de la existencia, o sea, sobre la vida y la muerte, pues ella misma no hace sino reiterar con su ritmo cuaternario el sello que está impreso en toda la manifestación.


"En la mitología de la India brahmánica, se dice que la Luna está donde van las almas de los difuntos. La noción de la Luna como reino de los muertos nos lleva a una mayor tensión en su simbolismo. Sus fases pueden indicar una analogía con los ciclos orgánicos y el reino de la naturaleza, como ocurre en la mitología de algunas zonas de América del Sur, donde se cree que la Luna es la madre de las hierbas. En la antigua Mesopotamia hubo quienes consideraban que el calor de la Luna, más que el del Sol, era la fuerza energética mediante la que crecían las plantas. Al mismo tiempo, sin embargo, las fases de la Luna han significado para algunos pueblos la decadencia y la muerte."
(Geoffrey Cornelius-Paul Devereux, El lenguaje secreto de las estrellas y los planetas, Ed. Debate, Círculo de Lectores)


La simple observación de su recorrido, aparición y desaparición en el cielo durante un mes admite una partición cruciforme -Luna nueva, creciente, llena y menguante-, que al imprimírsele movimiento dibuja una rueda que se cierra sobre sí misma y simultáneamente se abre a otra posibilidad virginal. Es evidente que el ciclo de la mujer se acompasa al del astro celeste y repite su misma estructura o danza de perpétua renovación. En toda cultura tradicional la llegada de la primera regla supone la muerte de la niña y el nacimiento de la joven doncella, apta ya para encarnar en su seno el misterio de la vida, aunque también el de la muerte y el renacimiento. Durante sus años fértiles la mujer coadyuva a la reproducción y al reciclaje universal, y una vez agotado este período se adentra en la vejez que desemboca en la muerte. Y esto que se expresa a nivel biológico, admite otros niveles de lectura, simbólicos y relacionados con el proceso del alma en pos de su realización espiritual; un viaje circular y cruciforme ascendente por la cadena de los mundos hasta el arribo a su auténtica morada.


A su vez, el propio ciclo menstrual de la mujer está signado por la cruz o el número cuatro; el recorrido del óvulo, que saliendo del ovario cuando está maduro espera ser fecundado en su punto álgido, es análogo al camino ascendente desde la Luna nueva hasta la llena pasando por el creciente. En el caso de que no se opere esa fecundación, el huevo irá descendiendo, menguando, hasta morir expulsado con el ménstruo. Tra esta purificación, otro ciclo estará presto a iniciarse y a repetir el proceso, de modo análogo pero nunca idéntico. Y si se produce la fertilización, entonces comienza la génesis de un nuevo ser, que a su vez estará signada por un ritmo cíclico, que también la Luna regula, pues ya se sabe que la gestación completa del ser humano comporta nueve revoluciones del astro en el cielo.



El Yoni fecundado
por la plomada celeste


Son innumerables los ritos de distintas tradiciones asociados a la mujer y sus ciclos biológicos en consonancia con los de la Luna, como una expresión del ritmado y concatenación universal, y del soporte simbólico con el que cuenta la hembra para conocer las entretelas y profundidades de su naturaleza, no solo física o psicológica, sino por encima de todo espiritual. A modo de ejemplo la siguiente cita y el link a un interesante artículo sobre los ritos de iniciación de los indios huicholes.


"La función reguladora de la Luna del ciclo menstrual (término que proviene del griego menses, que significa 'luna') le otorgó una asociación con la fertilidad en épocas antiguas, y conforme los matriarcados se fueron transformando en sociedades patriarcales, da la impresión de que a la Luna se le va dando un papel crecientemente femenino, en tanto que el Sol adopta el papel masculino. La diosa Luna Ch'ang-o, o Heng-o, una de las figuras más populares de las creencias folclóricas chinas, ilustra la característica de la Luna femenina bajo uno de sus aspectos más benignos. La Fiesta de la Luna, que se celebra en la Luna llena que sigue al equinoccio de otoño, es una de las tres grandes celebraciones anuales. Está dedicada exclusivamente a las mujeres y a los niños, y los hombres no toman parte en ella. Se preparan figuritas en forma de conejo, o de soldado con cara de liebre, ambos animales lunares, y los niños hacen sus ofrendas directamente a la Luna creciente." (Op. cit.)


Link al artículo Los Huicholes, una tribu de artistas de M. Zingg


Parto, artesanía huichol, Santa Catarina, Real de Catorce

La Luna y el Sol presidiendo un parto.
Artesanía Huichol


Por otra parte ya se ha hablado en la sección de Mitologías de la impronta de la Luna en el momento de dar a luz, adoptando entonces el nombre de Protirea, o Lucina, pues al decir de Cicerón:


"...y es que, de la misma manera que entre los griegos se invoca a Diana en su condición de 'Lucífera', así entre los nuestros se invoca a 'Juno Lucina' en el momento del parto. A esta misma Diana se la llama 'omnívaga', no a partir de 'perseguir cazando', sino porque se la cuenta entre las siete 'vagabundas', por así decirlo. A Diana se la llama así porque es capaz de producir, aun siendo de noche, una especie de 'día'. Por otra parte, es invitada a asistir a los partos, ya que éstos se producen tras siete -alguna vez- o tras nueve cursos de la luna -como es lo más frecuente-, cursos que se denominan 'meses', ya que comprenden 'espacios medidos'". (Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses, Ed. Gredos, Madrid, 1999)


"Leto y el nacimiento de Apolo y Artemis", de Diana Scultori, c. 1580

Leto alumbrando a los gemelos
Apolo y Artemisa asistida por otras diosas


Pero si la división cuaternaria del ciclo de la Luna y de la mujer se vincula fundamentalmente con la rueda de la existencia y sus continuas mutaciones, la idea del ternario, tan importante desde el punto de vista tradicional, también está presente en la simbólica de la Luna:


" Esta paradoja de la vida y de la muerte está comprendida en la Luna como triple diosa, un motivo mítico que aparece bajo muchos aspectos, sobre todo donde encontramos una trinidad femenina, como en las Parcas, o las tres brujas. En el mundo de la antigua Grecia, los poetas vieron a la virgen cazadora Artemisa (Diana para los romanos) como la 'diosa con tres formas', siendo sus otros dos aspectos Selene, la luna del cielo, y Hécate, una misteriosa diosa del inframundo."
(Geoffrey Cornelius-Paul Devereux, El lenguaje secreto de las estrellas y los planetas, op. cit.)


O sea, que hay una Luna de la tierra (Artemisa), una Luna del cielo (Selene) y una Luna del inframundo (Hécate), dando idea de que todo está en todo, y de que en esta esfera planetaria se expresan simbólicamente los tres mundos jerárquicos que conforman el orden cósmico, a saber, la realidad espiritual (cielo), la intermediaria o del alma (tierra), y la corporal o material (infierno), siendo además que en cada una de ellas, de nuevo aparece la tríada, tal como se observa en la siguiente ilustración y en la correspondiente a Hécate.


Perugino, Triunfo de la Luna, Colegio de Cambio, Perugia

Tres en una


A continuación los cantos del poeta Orfeo a estas tres facetas de la Luna, vivas en el interior de la mujer, al igual que en el varón:


Diana chasseresse, Escuela de Fontainbleau

Diana o Artemisa flechadora


"Escúchame, soberana, celebérrima hija de Zeus, titánide, báquica, afamada arquera, venerable. Visible para todos, diosa portadora de antorcha, cazadora de red, que presencias los partos, socorriendo en ellos, pero sin someterte a su ley; que asistes a las mujeres en el parto, que disfrutas con los delirios báquicos, cazadora, disipadora de preocupaciones. Agil corredora, flechadora, apasionada por la caza, noctámbula; protectora, acogedora, liberadora, masculiniforme, oria, apresuradora del parto, deidad nutricia de los jóvenes mortales. Inmortal, subterránea, destructora de fieras, afortunada, que ocupas los bosques de los montes y disparas a los ciervos, venerable, augusta señora, bello retoño, perenne. Habitante del bosque, protectora de perros, cidoniata, multiforme. Ve, pues, salvadora diosa, afectuosa, agradable para todos tus iniciados, aportando bellos frutos de la tierra, una paz grata y una salud de hermosa cabellera, y envía, por favor, a las cimas de los montes las enfermedades y pesares." (Himnos Orficos, A Artemis, Ed. Gredos, Madrid, 1987)


Altar con Selene, Muso del Louvre

Selene


"Escucha, regia diosa, generadora de luz, divina Selene, Luna de cuernos de toro, que, noctámbula por las rutas del aire, a lo largo de la noche, sostienes una antorcha; doncella, hermosa estrella, Luna, creciente y menguante, hembra y macho; de sólido resplandor, que gustas de los caballos, madre del tiempo, portadora de frutos, ambarina, de fuerte carácter, relumbrante en medio de la noche, omnividente en vigilia, pujante entre bellos astros. Complaciente con la paz y la felicidad de la noche, brillante, otorgadora de alegría, culminadora, gala de la noche, reina de los astros, vestida de largo peplo, de sinuosa carrera, sapientísima doncella: ven, pues, bienaventurada, benévola, bello astro, refulgente por tu luz, y salva, doncella, a tus jóvenes suplicantes." (Himnos Orficos, A la Luna, Ed. Gredos, Madrid, 1987)


Medallón de Hécate

Hécate


"Invoco a Hécate, protectora de los caminos, en las encrucijadas, grata, celeste, terrenal, marina, de azafranado peplo, sepulcral, y que se agita delirante entre las almas de los muertos; hija de Perses, amante de la soledad, que disfruta con los ciervos, noctámbula, protectora de los perros, invencible soberana que devora animales salvajes, sin ceñidor en su cintura, y con una figura irresistible; que se mueve entre los toros, dueña guardiana de todo el universo; conductora, joven guerrera, nutridora de jóvenes, montaraz. En conclusión, suplico que asista la doncella a los sagrados misterios, mostrándose propicia al boyero de corazón siempre alegre." (Himos Orficos, A Hécate, Ed. Gredos, Madrid, 1987)


Y ahora, con el fin de aumentar el caudal de imágenes significativas y el despertar del pensamiento analógico, se propone el hilado de algunos fragmentos que describen las correspondencias de la energía de la Luna con los distintos órdenes de la realidad -lo cual constituye la magia simpática-, relaciones tanto con el ser humano como con los reinos de la naturaleza, las artes, ciencias y otras posibilidades. Dice Agrippa en su Filosofía Oculta:


"Y aunque a la luna se atribuye todo el cuerpo y todos los miembros, a causa de la variedad de los signos, no obstante se le asignan particularmente el cerebro, los pulmones, la médula espinal dorsal, el estómago, las menstruaciones, todos los excrementos, el ojo izquierdo y la fuerza del crecimiento."


Y también:


"Entre los Elementos, los que dependen de la Luna son: la tierra, el agua tanto de mar como de ríos, y todo lo que es húmedo, la savia y los humores de los árboles y los animales, sobre todo los blancos, como los blancos de huevos, grasas, sudores, pituitas y superfluidades corporales. Entre los gustos, el salado y el insípido.


Entre los metales, la plata; entre las piedras, el cristal, la marcasita plateada, y todo lo que tiene blanco y verde. Asimismo, la piedra selenita, es decir la piedra lunar transparente, blancuzca, con resplandor o color de miel, que imita el movimiento de la luna, lleva en sí su figura y cada día hace aparecer su creciente o su menguante. Y asimismo las perlas provenientes de conchas, de gotas acuosas; el cristal y el berilo.


E
ntre las plantas, las que son lunares son el selenotropion, que se vuelve hacia la luna, como el tornasol hacia el sol; y la palma que retoña una rama con cada salida de luna; el hisopo que es una especie de romero, un árbol muy pequeño y la más grande de todas las plantas, que participa de uno y otro. El olivo, que es el cordero sin mácula, o el árbol casto y puro: la hierba chinostates, que crece y decrece como la luna, a saber, en sustancia y en cantidad de hojas, y no sólo en humor y virtud o fuerza; lo que todas las plantas tienen de común de cierta manera entre entre ellas, con excepción de las cebollas de Marte, que solas, mientras la luna creece o mengua, disminuyen o aumentan sus fuerzas; como entre los pájaros o bestias volátiles, el oryx, ave de Saturno, es muy enemigo de la luna y el sol.


Los animales lunares son los que viven con los hombres, y tienen diferentes naturalezas de amor y de odio, en lo que sobresalen, como los perros de todos los géneros. El camaleón es también lunar, porque cambia según la variedad del objeto que se le presenta, como la luna cambia de naturaleza, según el cambio de signo donde se encuentra. Estos animales son también lunares: las marranas, las corzas, las cabras, y toda clase de animales que observen y sigan el movimiento de la luna, como el cinocéfalo y la pantera; se dice que ésta tiene sobre su lomo una mancha parecida a la de la luna, que crece redonda y hace encorvar sus cuernos de la misma manera. Los gatos cuyos ojos se agrandan en mayor o menor medida, según los cambios de la luna; y lo que existe de semejante, como ocurre con la sangre de las menstruaciones con la que los magos efectúan muchas clases de cosas, y prodigios, o cosas monstruosas. La hiena que cambia de sexo, y que está sujeta a los peces, y a toda clase de animales, que se llaman anfibios, porque están tanto en tierra como en agua, como los castores y las nutrias, y los que comen peces. Además, los animales monstruosos, y aquellos de los que no se sabe de qué simiente nacen, como las ratas del coito y de la podredumbre de la tierra. Entre las aves, son lunares los gansos, los patos, los somormujos, todos los acuáticos, y los que comen peces; los que se engendran de manera ambigua, como mosquitas y avispas, que se forman en los cadáveres de caballos; las abejas de la corrupción o podredumbre de las vacas; los musciliones, de vino echado a perder, y los escarabajos del cuerpo del asno; sobre todo, el escarabajo que lleva dos cuernos, y que se llama forma de toro, es lunar; entierra una bolita y la deja durante veintiocho días en que la luna da la vuelta del Zodíaco, y el día vigésimonoveno la desentierra y la echa al agua, y así nacen los escarabajos. Entre los peces, el gato de mar, cuyos ojos cambian con los cambios de la luna, como la tremielga, el echeneis, el cangrejo, las ostras, los mariscos y las ranas." (Op. cit.)


La Luna rige, además, muchas actividades agrarias, como el tiempo de las siembras y las recolecciones, las podas, los injertos, los abonos, etc., al igual que influye sobre la crecida y mengua de las aguas, los fluidos, las plantas, las crías de animales, e igualmente señala los períodos propicios para la pesca y la caza y los prohibidos.


En las Artes Liberales se vincula con la Gramática, arte que supone, por encima de todo, poner por escrito el conocimiento de la doctrina, o sea de la cosmogonía, gracias a lo cual, el ser humano que escribe y lee o escucha lo anotado, puede realizar una auténtica labor especulativa, que no es para nada una serie de elucubraciones en un mundo de supuestos y relatividades, sino conocer a través del espejo simbólico del lenguaje la realidad que lo genera y el origen de donde emana cualquier discurso. No porque sí, un símbolo identificado con la Luna es el del espejo. Ya Alfonso X el sabio decía que la Gramática: "limpia la lengua tartamuda", "da al hombre el entendimiento" y "nos enseña a hablar derechamente". Por otra parte, desde el punto de vista de la numerología, la Luna se asocia al nueve, número circular, que retorna siempre sobre sí mismo, pues todo múltiplo de 9 se reduce finalmente a esta cifra, y además, siendo el cuadrado de 3 se representa geométricamente por la circunferencia, a la que corresponden 360º (3+6+0=9), que subdividida en 2 da 180º (1+8+0=9), en 4, 90º (9+0=9) y en 8, 45º (4+5=9).


Manuscrito de Astrología, París

Los dominios de la Luna


La reina de la noche es la regente del signo zodiacal de Cáncer, aquél en el que se abre la llamada "Puerta de los Hombres" en el solsticio de verano, pasaje que supone la entrada de todos los seres en la Manifestación Universal, de la que sólo podrán salir por la "Puerta de los Dioses" en el signo de Capricornio. El iniciado traspasa aquella primera puerta para comenzar su viaje interno de realización espiritual. La Luna es el puerto de salida, y a partir de aquí se propone la travesía de las aguas, asociadas al mundo intermediario del Alma, cuyo primer tramo es el del Alma inferior, relacionada con la individualidad y por tanto con el psiquismo más denso, o sea, con los estados cambiantes de ánimo, la imaginación, las fantasías, los deseos, las sensaciones, etc.


De Sphaera, s.XV, Italia

Puerto desde el que se emprende
el cruce de las Aguas


Embarcados en esta ruta por los mares de la conciencia, se reconoce al traspasar esas primeras agitadas y turbulentas aguas que la Luna es el paredro del Sol, el auténtico artífice de la luz que ella refleja, astro rey a partir del cual se emprende un recorrido vertical que atraviesa los estados superiores del ser, el mundo de las ideas puras no sujetas a las formas. Má allá se encuentra el arribo a la realidad de la Ontología, del Ser en sí mismo, cuyos dos atributos arquetípicos fundamentales, la Inteligencia y la Sabiduría, se representan de nuevo simbólicamente con la Luna y el Sol respectivamente.


Trismosin, Splendor Solis, tratado de Alquimia

El Sol y la Luna en los tres mundos,
cielo, tierra e inframundo


Ya sólo queda soltar la última amarra, dejar todos los vehículos que han ayudado a la travesía, incluso al Sol, a la Luna, y a Mercurio, que con su caduceo ha avivado constantemente el furor divino, y abismarse -pasando por la puerta estrecha de los dioses-, en el ambito de lo Infinito.


Relieve mitraico

Relieve mitraico


Diana (Luna) participa del banquete de Mitra (prototipo del iniciado) y Helios (el Sol) cuyo fuego está atizado por el caduceo de Hermes. El grado iniciático más alto en los antiguos misterios de Mitra es el de Pater. Liberados de la rueda del devenir y de los ciclos, se sale por el centro de la Rueda hacia la auténtica Libertad.



Otoño 2010


La gruta


Gruta del jardín de Bomarzo

Boca de acceso a la gruta
Jardín de Bomarzo


El ingreso en una gruta inquieta y atrae, llena de temor y al mismo tiempo de valor. Es un ámbito oscuro, húmedo, pero envolvente y acogedor. ¿Por qué reúne en sí tantos antagonismos? ¿Qué poderosa fuerza contiene?


Es la boca que adentra en el inframundo, la puerta que se abre al reino de Hades y Perséfone, a la fragua de Hefesto, y a los dominios de la Hécate terrestre; es la mansión donde habitan dragones, serpientes y otras alimañas, y en sus entrañas se cuecen los metales y maduran las piedras preciosas, como un gran laboratorio a cubierto, protegido, pero no exento de peligros.


Acceso a la cueva de Cumas

Pasadizo de entrada al
antro de Cumas, Italia


El descenso al interior de la Tierra es el primer estadio en el recorrido iniciático; innumerables mitos y ritos mistéricos así lo revelan. Dante se pierde en la selva oscura y de la mano de Virgilio baja a los infiernos, y a su vez Virgilió plasmó en su Eneida ese viaje, a través del periplo subterráneo de Eneas guiado por la pitonisa de Cumas; Orfeo desciende al inframundo para ir a buscar a su esposa Eurídice; los ritos mitraicos se celebraban en el secreto de la cueva; además, el primer viaje de la iniciación masónica se denomina de la tierra. El acróstico hermético V.I.T.R.I.O.L. significa, "visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta". Lugar de muerte, de putrefacción, la cueva promueve la disolución y el regreso a un estado de indiferenciación. Y es justamente por ello que de modo simultáneo se produce la eclosión de la vida en su interior. Es el gran crisol o receptáculo donde tiene lugar la fecundación y la gestación de todos los seres, por eso muchas culturas la han visto como una imagen simbólica del Cosmos.


El gabinete de reflexión masónico
como una caverna


Tierra Negra, Al-Kemi, así denominaban los antiguos a Egipto, el crisol y corazón de la Tradición Hermética. No sólo toda la vida y los incontables seres nacen de los limos que fecunda el Nilo, sino que una gran civilización es gestada y alumbrada en sus márgenes, la que se irrigará por todos los pueblos del Mediterráneo creando una cultura, con todas las riquísimas expresiones simbólicas que han llegado hasta nuestros días para hacer posible la apertura de nuestras conciencias a lo real y sagrado. Los templos por excelencia de Egipto -modelos simbólicos del cosmos- fueron las pirámides: montañas construidas con piedras talladas en cuyo corazón o caverna el faraón y su séquito eran enterrados para seguir su viaje de ultratumba. Los misterios de la muerte y la resurrección van de la mano en el interior de la gruta.


Por eso no es de extrañar que muchas ciudades y centros sagrados de todo el mundo se hayan erigido entorno a cuevas o grutas. Sin ir más lejos, Roma se construyó en el lugar donde estaba la cueva llamada "de las Suertes". En el interesante libro Los Jardines del Sueño, Emanuela Kretzulesco-Quaranta escribe:


"Al principio hubo una gruta natural en la falda de la colina Praeneste. Había sido considerada, desde el siglo VII a. C., un locus religiose saeptus (lugar religiosamente sagrado), según la expresión de Cicerón que cita la guía oficial de las ruinas. La gruta todavía existe; se le llama la Caverna de las Suertes. Una leyenda local cuenta que se hizo sagrada el día en que un hombre llamado Numerius Suffustius descubrió en ella unas tablillas grabadas con signos misteriosos. Los sacerdotes declararon que se trataba de objetos sagrados escondidos por algún viajero llegado de Oriente. La miel que rezumaba el tronco de un olivo les ofreció un signo que interpretaron como confirmación divina de su aserto. A partir de aquel día, se obtuvieron oráculos echando a suertes las tablillas, que se llamaban 'suertes'". (Kretzulesco-Quaranta, Los Jardines del Sueño. Polifilo y la mística del Renacimiento, Ed. Siruela, Madrid, 1996)


Como éste hay muchos otros casos, aunque la gruta no tiene porque ser siempre natural, sino que el hombre también la ha construido artificialmente para recrear ese espacio simbólico, significativo, apto para promover la iniciación y para hacerla efectiva, tal lo que ya hemos mencionado de las pirámides o del gabinete de reflexión masónico, etc. Durante el Renacimiento, muchos jardines serán diseñados por hombres de conocimiento con estos fines. En ellos se buscaba,-a través de la armonización de la geografía, los árboles, las plantas, las fuentes y cursos de agua y elementos escultóricos- reproducir el universo en pequeño y los misterios que éste alberga, así como la posibilidad de conocerlos, o penetrarlos. En todos esos jardines, siempre está presente la gruta, como en los de Bóboli de Florencia, en los de la Villa D'Este en Tívoli, en el Palacio del Té de Matua y un larguísimo etc., que aún actualmente podemos contemplar. Sólo por poner un ejemplo, en la residencia de los Médici en Fiésole, en la Villa Medicea di Castello, está la llamada "Gruta de los animales del Nilo", que reproduce el mito narrado en la Metamorfosis de Ovidio, según el cual, después del gran diluvio del que únicamente sobrevivieron Deucalión y Pirra, todos los animales que repueblan la tierra nacieron de la conjunción de la tierra y el agua por la acción del fuego, como veíamos que sucedía con la tierra del Nilo, pues:


"De igual modo, cuando el Nilo de siete desembocaduras ha abandonado los encharcados campos y hecho volver a su corriente al antiguo cauce y el limo fresco ha ardido con el astro celestial, los labradores encuentran muchísimos animales al revolver los terrones y entre éstos ven algunos concebidos hace poco en el mismo momento de nacer, algunos incompletos y privados de parte de sus miembros, y a menudo en un mismo cuerpo una parte vive, otra parte es tierra sin formar. En efecto, cuando la humedad y el calor han conseguido un equilibrio, conciben, y de estos dos nacen todas las cosas y, aunque el fuego es enemigo del agua, el vapor húmedo crea todas las cosas y la discorde concordia es adecuada para la generación". (Ovidio, Metamorfosis, Ed. Cátedra, Madrid, 2001, pág. 213)


Gruta de la Villa Medicea di Castelo

Gruta de la Villa Medicea di Castello
Florencia, Italia


Kretzulesco-Quaranta sigue explicando a propósito de esta cueva:


"Dos columnas dóricas -recuerdo de las columnas dóricas de Praeneste- guardan la entrada de la gruta en la que el peregrino se apresta a recibir una iniciación tocante a los misterios de la vida.


La oposición de la claridad y la oscuridad sugiere el principio del dualismo que hallamos en el origen de las leyes biológicas. Es en la sombra donde se realiza el misterio de la procreación; pero el nacimiento es el paso de la Sombra a la Luz.


Lo mismo sucede en todo nacimiento espiritual.


Algunas grutas neolíticas están teñidas de rojo con el fin de reproducir 'el interior del útero'. Cuando en 1546, Antonio da San Gallo aconseja de acordarse de las grutas antiguas, piensa en las grutas marinas y en sus depósitos salinos y calcáreos. Ammannati sigue el consejo y, para que no haya lugar a engaño, añade conchas y crustáceos.


Cuando los ojos se acostumbran a la oscuridad aparece un espectáculo extraordinario: todos los animales de la creación están representados en esculturas agrupadas en los nichos decorados con conchas. Debajo de cada grupo hay tres tazas de mármol. Las esculturas son de Tribolo y de Fancelli; hubo dibujos aportados por Giovanni Bologna (Giambologna, como le llamaban los toscanos).


Ammannati tuvo la precaución de situar la gruta de manera que el sol pudiese penetrar hasta el fondo a ciertas horas del día. Con ello seguía una tradición que se remonta al Neolítico. Cuando Tiberio hizo transformar en santuario a la gruta de la Mater Magna, en Capri, ésta -orientada de modo que recibiera un rayo de sol durante el equinoccio de primavera- era ya un lugar sagrado desde la prehistoria.


De la unión del agua y el fuego solar brota la vida, por la liberación de la energía vital en un germen. La fabulosa alegoría de la gruta de los 'Animales del Nilo' de Palestrina, recuerda una vez más el relato de Ovidio referente a la aparición de la vida animal en la Tierra (Met. I)."
(Los Jardines del Sueño, pág. 263-264)


Pero esta idea del rayo de luz incidiendo en el seno de la oscuridad no es solamente un modo simbólico de explicar el acto cosmogenésico que se va repitiendo y con ello contribuyendo a la regeneración del Universo, sino que recuerda también lo expresado por la Cábala hebrea para referirse al misterio del origen del Cosmos en el seno de la Nada infinita. Una contracción en el Vacío provoca un espacio hueco que es fecundado por un rayo luminoso de sí mismo, concentrando en un punto virtual la Posibilidad de Ser. De ahí que las grutas, por su elevada significación tanto cósmica como metafísica, sean el lugar escogido para las iniciaciones. En ellas muere el hombre y renace a su condición divina.


No porque sí, Hermes, el promotor de la muerte iniciática y guía de la "nueva vida" nace en una cueva, y ésta está presente en las "biografías" de muchos de los intermediarios divinos; por ejemplo, Dioniso niño es criado por las Ninfas en una gruta, el mismo Jesús es alumbrado en un pesebre oscuro y cobijado, y Mitra nace de una piedra al lado de un río, siendo el Mitreum la cueva en la que se efectuarán los ritos iniciáticos de este culto mistérico tan extendido durante el imperio romano, donde lo central era el sacrificio del toro, de la bestia que vertía su sangre para dar vida al neófito. La idea del sacrificio también está presente en la iniciación: el iniciado autosacrifica en su corazón su humanidad y se entrega a un viaje largo, difícil pero lleno de furor, que lo irá liberando de todas las limitaciones, deificándolo.


Altar de un Mitreum


Por otra parte, los dioses de la oscuridad o siniestros, hacen de la gruta su habitáculo y el lugar secreto de sus nupcias. Aquí los opuestos se complementan, como es el caso de lo simbolizado por la unión de Hades y la joven Perséfone, o del cojo y maltrecho Hefesto con la más bella de las diosas, Afrodita. Los extremos se tocan, se cierra el círculo, y sólo queda como salida a otra realidad conciliar todos los complementarios y reconocer la unidad esencial y preexistente a cualquier polarización; buscar el centro de la cueva y salir de ella.


Gruta de los jardines de Bóboli

Gruta de Paris y Elena
Jardín de Bóboli, Florencia


En el ser humano la gruta es su corazón. Es aquí donde acontece todo el viaje iniciático que se apoya en símbolos y ritos para efectuarse, pero que es en realidad algo totalmente interno. Se ingresa en él para vivir la muerte real y someterse a la dura transmutación del alma, que también se cuece en su interior. Todo ello puede ser visto como un vuelo del pensamiento, por eso la divisa grabada en la boca del jardín de Bomarzo ya advierte: "Todo pensamiento vuela". Y aunque la simbólica de este órgano nuclear dice que es un lugar inviolable e inexpugnable por todo lo profano, y que en su centro se alberga la semilla de inmortalidad, la aspiración del iniciado no es quedarse reconfortado en su cobijo o aterrado en su oscuridad, sino las dos cosas a la vez, y al mismo tiempo, buscar la salida por la puerta estrecha hacia lo supracósmico, que ya no sabe de ninguna dualidad.


Capilla de San Bricio

Detalle del basamento de la Capilla de San Bricio
Catedral de Orvieto

Luca Signorelli, 1499-1504



Primavera 2012


El Corazón



Transcribimos dos acápites dedicados al símbolo del corazón del manual Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha de Federico González y colaboradores que sintetizan las ideas contenidas en ese receptáculo o cuenco vacío:


El órgano fisiológico del corazón no es, como se cree de ordinario, la sede del sentimentalismo y la sensiblería más pacata, sino que él ha sido tomado en todas las tradiciones como uno de los símbolos más patentes y claros de la idea de centro. En el cristianismo esto es obvio, pues cuando se habla del "Sagrado Corazón" de Cristo se está haciendo referencia a la parte más central de esa tradición, a la fuente misma de donde emana la esencia de su doctrina y sus más profundos misterios.


Su representación iconográfica en forma de triángulo invertido hace de él un recipiente donde descienden, y se depositan, los efluvios celestes que vivifican la totalidad del ser individual, haciendo posible que éste tome verdadera conciencia de su Ser Arquetípico. Por eso se habla del corazón como el lugar donde reside simbólicamente el Principio divino en el hombre, el Espíritu Universal que, con respecto a la manifestación, aparece como lo más pequeño, sutil e invisible, como bien señala la conocida parábola evangélica cuando habla del "Reino de los Cielos" asimilándolo al grano de mostaza, equivalente en la tradición hindú al "germen contenido en el grano de mijo", idénticos al éter o "quintaesencia", que es también el centro o corazón de la cruz elemental, tomada en este caso como un símbolo de todo el mundo manifestado.


Es de ese Principio de donde, en efecto, el hombre recibe el hálito vital, al mismo tiempo que la luz de la Inteligencia, o auténtica intuición intelectual que le permite conocer de manera directa, simultánea y sin reflejos (es decir no dual, racional o cerebral) a la Unidad en todas las cosas. En este sentido, recordaremos que en la Cábala la sefirah Tifereth (que en la simbólica constructiva corresponde al altar del templo) es llamada el corazón del Arbol de la Vida, pues al estar situada en el centro mismo del pilar del equilibrio hace posible que en ella se unifiquen y sinteticen las restantes sefiroth. Por eso esta sefirah también es llamada "Armonía", entendida como la auténtica expresión de la "concordia" universal, palabra que precisamente significa "unión de los corazones".


Robert Fludd, Philosophia Sacra
Francfort, 1626


Y en el otro capítulo agrega:


Sede para muchas tradiciones del valor, del ánimo (alma) y de la Inteligencia creadora, análogo en el interior del ser humano al Sol en el macrocosmos, la luz y la vida nacen de él como de una sola fuente, a imagen del origen: "luz y vida, eso es el Dios y Padre (Noûs) de quien ha nacido el Hombre. Si aprendes pues a conocerte como hecho de vida y luz, y que son esos los elementos que te constituyen, volverás a nacer otra vez." (Poimandrés, I-21).


No se puede amar lo que no se conoce, y no todas las formas de unión son un reflejo cabal del Amor.


Pequeño todo, ya que es el centro del microcosmos, sintetiza el cuaternario horizontal en el eje vertical y difunde en la construcción el No-ser de la misma, su identidad supracósmica, que él refleja directamente según el eje vertical y a la que el ser conoce a través de su propio sacrificio (Ojo del corazón).


Es la verdadera Ciudad divina, donde reside puntualmente el auténtico Sujeto incondicionado de todo Conocimiento; en él se halla el germen cuyo desarrollo hace efectivos los planos que el diagrama del Arbol de la Vida simboliza, pues es el verdadero athanor que absorbe lo inferior y manifiesta lo superior; ya que no hay manifestación sin centro, ni cosa alguna que carezca de origen. El desarrollo de este embrión o semilla, a través de las distintas fases de la Obra, siempre alcanza en el corazón una actualización, una realización o nacimiento, pues también hay cuatro lecturas de él, desde el órgano físico hasta el santuario donde se produce la unión de lo creado y lo increado. Es el ara sacrificial y la oblación u ofrenda.


El Centro del Mundo es el banquete del Sí mismo del que todos pueden alimentarse sin que se agote, por ello ha sido simbolizado por una Mesa a la que se sientan los dioses y los hombres, ya sea en la celebración de un cielo regenerado (Giordano Bruno: Expulsión de la bestia triunfante), o bien en la de un matrimonio hierogámico (las Bodas de Cadmo y Armonía, cuando para la tradición griega aquéllos compartieron el ágape por última vez con los humanos); o por la Tabla Redonda en cuyo centro se halla el Graal, o la Mesa de Salomón en el Toledo hermético del s. XII, según la leyenda cuajada de piedras preciosas que simbolizan el Zodíaco.


También es la tierra pura, una vez disuelta la ignorancia que por degradación cíclica cubre el lugar de las hierofanías, las que siempre se dan en un "centro del mundo" inaugurando si es necesario un espacio o un tiempo al que otorgan esa característica.


Este corazón, que es el receptáculo de lo vertical-espiritual, cuya influencia irradia en lo horizontal, ejerciendo así de intermediario a través de su vacío central, que el Eter simboliza, es también el vaso guardado en el sagrario del templo, construcción análoga a éste, cuya tapa corresponde a la bóveda o tejado y que contiene el alimento o licor de inmortalidad, fruto del athanor al cual se ha llegado a través del vacío, realidad efectiva de un estado del ser que trasciende la construcción, y que puede ser conocido en la apertura del "sentido de eternidad" y su desarrollo total, aunque la individualidad del hombre esté crucificada en el cuaternario.


Por su simbolismo concéntrico, correspondiente asimismo a la síntesis perfecta de la Creación, en su interior se halla la Presencia o Inmanencia divina, que es el verdadero Centro de todas las cosas y que las contiene a todas sin ser contenido por ellas: éste es así el auténtico Maestro, con el que se identifica el iniciado conforme progresa en la realización de su verdadero Ser.



Primavera 2013


Simbolismo Numérico


Los siguientes textos son del puño de Federico González Frías y constituyen algunas de las entradas de su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos dedicadas al simbolismo de los números, los más sintéticos atributos con que la deidad se reviste y manifiesta, organizando la estructura orgánica del universo. Los hemos seleccionados pues con los 10 primeros números se revela de la manera más desnuda posible el origen, despliegue y destino del universo.


Número


Los números son conceptos de relación que coinciden con los intervalos de los fenómenos, las pautas y su desarrollo en lo espacio-temporal. Ellos establecen las proporciones presentes en la armonía de todas las cosas lo que Jámblico pone de manifiesto en su Vida Pitagórica.


Pitágoras expresaba en su Discurso Sagrado que Orfeo dijo que la esencia de los números es el principio más providencial de todo el cielo, de la tierra, y de la naturaleza intermedia. Decía que el número es lo más sabio, y añadía que era hermosa la contemplación del cielo en su conjunto y la observación de los astros que se mueven en él, pero que ello se debía a la participación de la esencia primera e inteligible. La primera esencia era la naturaleza de los números y proporciones que se extienden a través de todas las cosas, de acuerdo con los cuales todo está armónicamente dispuesto y convenientemente ordenado.


Emanación


Los efluvios de la unidad cuya tensión y equilibrio articulan el orden cósmico. (→ Grados de la Conciencia).


Y nos dice Nicolás de Cusa en perfecta armonía con la Cábala hebrea:


Aunque el reino de la vida se extiende en toda su plenitud desde el centro hasta la circunferencia, y esta extensión puede ser concebida mediante la imagen de una línea que contiene una infinidad de líneas similares desde el centro hasta la circunferencia, se tiene un centro común a todas y una circunferencia para cada cual. Sin embargo esta multitud innumerable de circunferencias está dividida en nueve grados, de manera que de grado en grado somos guiados a través de dicho reino, decorado con un hermosísimo orden, hacia donde el centro común y la circunferencia particular son idénticos, es decir, hacia Cristo. (Nicolás de Cusa, El juego de las Esferas, trad. J. Rafael Martínez).


Uno

El uno, es el más pequeño de los números a tal extremo que su representación geométrica, el punto, es apenas visible en una figura o está oculto en el trazado de la imagen. Igualmente el uno es un número pequeño pero está presente en todos los números ya que éstos son la suma del número anterior más la unidad. El número uno, simboliza fundamentalmente a la Unidad en cada uno de los casos o planos en que ésta se manifiesta. No es par ni impar como son el dos y el tres en la serie numérica que dan lugar a las Columnas pasiva y activa en el Árbol de la Vida, correspondiéndose el dos al Pilar de lo activo y el tres al de lo pasivo, llamados de la fuerza y de la forma. Debe observarse, sin embargo, que aquí están invertidos ya que el dos es femenino y el tres masculino según la escuela pitagórica.


La Unidad no es ni activa ni pasiva, ni masculina ni femenina, sino, andrógina, vocablo que no significa poseer ambos sexos, sino no poseer ninguna diferenciación, o genitalidad definida. La Unidad se corresponde con Kether (La Corona) cabeza del Pilar del Equilibrio situado entre los del Rigor y la Misericordia, en el simbolismo que estamos tratando. La Unidad se reduce a sí misma y es a la vez el origen de toda la progresión numérica y su síntesis.


Siendo tan grande, su poder pasa sin embargo desapercibido en cualquier suma numérica y en todas las figuras geométricas que de ella extraen en última instancia, su razón de ser. No aparenta ser otra cosa que un primer latido en la Posibilidad Universal aunque esa manifestación la signe ya como algo creado, por lo que es pasiva respecto a aquello que la creó y activa respecto a la primera tríada, ya que su energía se desdobla produciendo el número tres, responsable de toda la multiplicidad numérica y por lo tanto de cualquier generación. Es por eso que en la Cábala al número tres, Binah se le considera como la Gran Madre de toda la creación y receptora de la Inteligencia que le transmite el número dos, Hokhmah, la Sabiduría Universal.


La Creación, (Bereshit) para la Cábala, comienza con el número dos que se corresponde con la segunda letra del alfabeto hebreo (Beth). Esto es así puesto que la energía de la Unidad permanece impasible y sólo existe de modo latente pese a ser la primera determinación.


El Uno simboliza el Origen y el Principio único del que derivan los principios universales, y también el Destino común al que todos los seres han de retornar. Es, según la máxima hermética, "el Todo que está en Todo", es decir, el Ser Total. (Introducción a la Ciencia Sagrada, Programa Agartha, Federico González y col.).


El número uno es cuantitativamente el menor de todos los números pero igualmente el mayor ya que en él está implícita toda la progresión de la escala que, como hemos señalado, le tiene por origen y destino.


La representación geométrica del uno es el punto, como elemento virtual de toda posibilidad de desarrollo.


Unidad


En el libro Tratado de la Obra de los Seis Días, Thierry de Chartres nos enseña respecto a la Unidad:


30-31 La unidad precede toda alteridad porque la unidad precede al dos, que es el principio de toda alteridad. Pues, "otro" se dice siempre a partir de dos. En consecuencia, la unidad precede a toda mutabilidad, ya que toda mutabilidad obtiene su sustancia a partir del dos. Ciertamente, nada es susceptible de cambiar o moverse si no es también susceptible de hallarse primero de un modo y después de otro. Por lo tanto, la unidad precede a esta alteridad de modos, y, por tanto, también a la mutabilidad.


Pero toda criatura está sometida a la mutabilidad. Y cualquier cosa que existe o es eterna o es criatura. Así pues, puesto que la unidad precede a toda criatura, es preciso que sea eterna. Pero lo eterno no es otra cosa que la divinidad. Por consiguiente, la unidad es la misma divinidad.


Ahora bien, la divinidad es la forma del ser [
forma essendi] para cada cosa. Pues, igual que algo es luminoso gracias a la luz o cálido gracias al calor, así cada una de las cosas alcanza su ser [esse] por la divinidad. De ahí que se afirme con verdad que Dios está completo y esencialmente en todas partes. La unidad, por tanto, es la forma del ser [forma essendi] de cada cosa. De ahí que se diga con verdad: todo lo que es, es porque es uno.


2. La unidad es el mayor de los símbolos porque implica en sí la totalidad de lo que es, ha sido y será, y al mismo tiempo todo aquello que no es, y que no tiene cabida en la manifestación. Y lo hace en distintos mundos e igualmente en diferentes grados de conciencia del alma humana.


Paradojalmente es también el de menor valor de la serie numérica, que en él comienza.
La unidad no está determinada sino por su propia afirmación y es la mejor imagen de la conciliación de opuestos. Y más allá de ella no hay nada de lo que pudiera decirse es algo. (→ Uno).


Es también el mayor de los símbolos porque sin ella sería imposible el pasaje al No-Ser.


3. ¿Es verdadera la afirmación de la unicidad del universo o sería más correcto decir que hay muchos e incluso infinitos mundos? Uno, si en realidad ha de estar fabricado según su modelo. Pues lo que incluye todos los seres vivos inteligibles existentes nunca podría formar un par con otro porque sería necesario otro ser vivo adicional que los comprendiera a estos dos, del que serían partes, y entonces sería más correcto afirmar que este mundo no se asemeja ya a aquéllos sino a aquel que los abarca. Por ello, para que en la singularidad fuera semejante al ser vivo perfecto, su creador no hizo ni dos ni infinitos mundos, sino que éste, generado como un universo único, existe y existirá solo. (Platón, Timeo, 31-b).


Dos


La Dualidad es el producto de la bipolarización de la Unidad y que conjuntamente con ésta produce el primer triángulo equiparado al número tres. De hecho, ésta es una explicación sucesiva de una realidad que la supera ya que este proceso de generación es instantáneo, al igual que toda la generación de la primera serie de diez números que debe ser expresada de modo sucesivo para una mentalidad como la nuestra, incapaz de ver esa simultaneidad pues está condicionada por la sucesión de pasado, presente y futuro: una dialéctica que es propia del género humano y sin la cual éste tampoco pudiera comprender lo que es esa misma simultaneidad como realidad que supera a la sucesión indefinida.


2. Todo lo que existe se expresa de modo dual dando lugar a las dos partes del universo que acepta e impone esta ley básica, que suele compararse a lo masculino y lo femenino aunque es mejor referirse a ella como los polos activo-pasivo de la Creación. Así en el Árbol de la Vida Sefirótico, constituyen el Pilar de la Misericordia y el del Rigor.


3. El 1 y el 2 se suman también inmediatamente generando la totalidad de lo creado.


4. El binario se corresponde con la sefirah número dos Hokhmah, traducción literal de la palabra hebrea Sabiduría, y se encuentra, en el mismo Pilar del Árbol que Hesed, y anterior a él, al número cuatro, por el que se estabiliza la Creación, lo que da lugar a la figura del cuadrado, que enmarca, o encuadra, limitando a todo lo existente, dándole así vida arquetípica, o sea en el plano invisible de las ideas que conforman el Modelo del Universo, lo que se ve claramente al pensar que cuatro es la potencia del binario, es decir dos al cuadrado, o multiplicado por sí mismo.


5. Los números no sólo expresan en su relación con las letras todo lo numerable o nombrable sino que de por sí, en su propia naturaleza numérica, está claro su significado ya que como sabe todo ser que lo ha vivido no es lo mismo vivir solo, que en pareja, o que esa pareja tenga un hijo, simbolizado por el número tres, lo que da lugar al dicho actual de que "tres son multitud". Igualmente el número es capaz de medir, de establecer proporciones, de elevarse a su propia potencia y de efectuar innumerables operaciones relacionándose entre sí, al igual que lo hacen las letras creando el lenguaje, la poesía, y la literatura.


6. En el simbolismo cabalístico la numeración de las esferas que lo conforman es tomada del sistema pitagórico de acuerdo a los mismos orígenes de la Cábala que no son sólo hebreos sino griegos en la medida en que en ese entonces la cultura dominante era la griega y por ello sin abandonar su lengua se plegaron a hablar y escribir en dicho idioma, ya que este pueblo en cualquier circunstancia siempre ha adaptado su cultura al poder reinante, al medio ambiente cultural, toda la civilización occidental ha basado la estructura de su logos en aquel pensamiento filosófico y en sus mitos.


7. Haciendo una comparación moderna, las dos columnas del Árbol Sefirótico y su constante interrelación, se efectúan porque cada una de ellas es comparable a los pistones de un motor capaz de generar el mundo, desde el motor inmóvil de Aristóteles, hasta su polarización en un par de opuestos que por su conjugación producen los diez primeros números generadores de cualquier numeración, y entre los cuales la combinación de pares e impares, de machos y hembras, abarcan la multiplicidad.


8. La expresión geométrica del dos es la línea recta, por los puntos situados a sus extremos, que la definen.


9. No todas las grandes civilizaciones se han regido por la década como forma de simbolizar el flujo creativo. Para la civilización de Ur, o sea asirios y caldeos, el número donde se resuelven todas las contradicciones es el dígito seis, en el cual normalmente puede dividirse una circunferencia en rectas iguales de ángulos exactos dando lugar a la figura del hexágono. (→ Creación).


Binario


La polarización de la unidad produce el binario de dos energías de signo opuesto a las que podríamos nombrar con lo pasivo y lo activo. (→ Dos).


Tres


El tres es la unión de la Unidad más la bipolarización que esta misma genera: (1 + 2 = 3). La figura geométrica que la representa es el triángulo equilátero de acuerdo a que esta ciencia y figuras se correlacionan con la aritmética correspondiente. También con el triángulo con su vértice hacia abajo que se establece como otra forma de la Unidad, pero generando en este caso a un fruto nacido de la díada. Esta es la realidad que da lugar a Osiris e Isis y a su hijo Horus.


El triángulo es la primera figura geométrica y está presente en todas las otras, siendo, como es, básico; aún la circunferencia puede triangularse.


La Triunidad cristiana, denominada la Santísima Trinidad, está presente en muchas otras Tradiciones que la honran, así como al número tres, que es el que la proclama. Esta triunidad básica es una condición sine qua non de cualquier ser, fenómeno o cosa.


Igual el triángulo masónico con un ojo dentro que es capaz de verlo todo.


También la pirámide de base cuadrangular lo simboliza en lo volumétrico.


El tres es el primer número masculino y en el Árbol de la Vida es llamado Inteligencia, puerta que se abre por la Sabiduría en el camino descendente hacia la Creación Universal y que igualmente la despierta en el ascendente por su intermedio.


Tengamos en cuenta que la inteligencia individual nos hace seleccionar los valores y es una imagen de la Inteligencia Universal.


Se dice que la Inteligencia (Nous) brilla con aquello que la refleja, así como se ilumina cuando es un reflejo de la Inteligencia Universal.


Son tres los planos en que se divide la Creación, que se hacen cuatro en el Árbol Sefirótico, así como tres son los Principios de la Obra Alquímica: azufre, mercurio y sal, siendo esta última un intermediario entre ambos y por ello igualmente los une.


Son tres también los componentes del ser humano: espíritu, alma y cuerpo, significando esos mundos los de la Cábala.


Son innumerables las tríadas en todas las Tradiciones pero éstas siempre simbolizan a través de su significado geométrico y aritmético al número tres. (→ Triple).


Por eso el triángulo es la expresión geométrica del ternario. La primera estructura posible es la triangular y con una suma indefinida de éstas puede formarse volumétricamente un domo, como en el simbolismo constructivo empleaba el arquitecto moderno Mies Van der Rohe, quien una y otra vez volvía a esta figura geométrica como base de toda esta ciencia.


Cuatro


El cuatro es el número que sigue al tres en la serie de los números naturales, verdaderas claves para conocer al mundo y al hombre. En geometría es equivalente al cuadrado (en su aspecto estático) y a la cruz (en su aspecto dinámico). Primer número de manifestación divide al ciclo en cuatro partes, así fuese el del año (primavera, verano, otoño, invierno), el del día (amanecer, mediodía, tarde, noche) o la vida de un hombre (niñez, juventud, madurez, vejez) y señala los puntos cardinales (N., S., E., O.) y los cuatro elementos (fuego, aire, agua, tierra) por lo que signa tanto lo temporal como lo espacial. Es por tanto la marca de toda la creación a la que caracteriza.


2. Los cuatro elementos, o mejor, los cuatro principios que ellos simbolizan (que constituyen cualquier posibilidad de manifestación y por lo tanto, la de toda materia, puesto que ésta es la combinación de esos principios o elementos en rotación, alternándose los unos con los otros; los que no son sino la emanación de un mismo principio creador universal que toma diferentes modos o formas designadas por distintos nombres) se llaman, como ya bien sabe el estudiante de esta Introducción a la Ciencia Sagrada, fuego, aire, agua y tierra. El fuego simboliza el principio radiante que es el más alto de todos. En el Arbol de la Vida correspondería a Atsiluth, a lo ontológico, o sea al Ser, y al Espíritu. Es la primera posibilidad de la materia, el hálito espermático del azufre capaz de fecundar la potencia mercurial, la penetración por la palabra, o sea la luz pura simbolizada por este principio radiante, materializado en lo que significa lo ígneo, de lo cual el fuego es el emblema. El siguiente elemento, o estado de la materia, es el aire o energía gaseosa y sutil, correspondiente a la levedad e inestabilidad de lo emocional, al plano de Beriyah, a la primera construcción de lo cosmogónico, a la sublimación de lo fluídico, a la transmisión de toda posibilidad, al soplo del aire como causante de la generosidad de las lluvias y la generación vegetal, y también al alma superior, la que está por encima de la superficie de las aguas. El tercer elemento es el agua, gas condensado, o energía fluídica, capaz, como ya se ha dicho, de generar, pero también de corroer. Toda materia es ablandada por el agua, que igualmente siempre encuentra un cauce y que es capaz de adaptarse a la forma que le toque. Corresponde al plano de Yetsirah y al peligroso y atractivo psiquismo inferior; a las bellas y a las artes. También a una condensación de lo aéreo y por lo tanto a una progresiva solidificación, a una transformación de aquel principio radiante, de aquella primera emanación que se expresó por un soplo que ahora, al coagularse, se presenta en estado líquido. El último elemento es la tierra, que es el receptáculo y a la vez contiene en su seno a los restantes principios, elementos, o estados de la materia, y es la energía solidificada de esa materia, el summum de su densidad y de sus posibilidades de concreción. Corresponde al plano de Asiyah, a la gran madre, a la potencia del acto permanente, a lo pasivo en continuo movimiento, a la última manifestación de la perfección universal, espejo de la perfección de su creador.


Hay un quinto elemento que es el éter, al que se suele simbolizar en el centro de una rueda de la cual irradian los otros cuatro principios, y alrededor del cual giran. Es pues su origen al que constantemente retornan y la oculta raíz de todo, un 'motor inmóvil' más relacionado con el No Ser que con el Ser, emparentado con Ain y En Soph: con lo auténticamente metafísico, lo invisible, lo inexpresable, lo verdaderamente desconocido, lo que está por encima de la corona, que todavía apoya sobre la cabeza, emblema del cuerpo mineral.


Estos cuatro elementos están constituidos por los tres principios alquímicos: el azufre, el mercurio y la sal, que interactúan constantemente entre sí como a su vez lo hacen estos elementos entre ellos. Se les ha querido comparar con una rueda dentro de otra rueda, o como una rueda que fija doce posibilidades (3 x 4), el zodíaco. Estos tres principios como sabemos están presentes en toda 'materia' o energía, así se presente esa energía en estado radiante, gaseoso, fluídico, o de manera sólida. A estos tres principios los podemos asociar con Osiris (+), Isis (–), y Horus (N), hijo de ambos, que por lo tanto contiene parte de los dos, a los que debe su existencia.Pero sobre todo hemos de vincularlos con el Arbol de la Vida y sus tres columnas que se van solidificando en cuatro etapas sucesivas que, sin embargo, coexisten en cualquier materia, como los cuatro planos o mundos del Arbol de la Vida coexisten entre sí.


Debemos aclarar que tanto en el trabajo hermético como en Alquimia instrumental la labor interna es invertida con respecto a las emanaciones creativas. Está a contrapelo, y hay que remontar el río hasta sus fuentes. Por eso es que se habla precisamente de un trabajo. La materia física ha de irse descartando y sutilizando, de lo opaco a lo transparente. (Introducción a la Ciencia Sagrada, Programa Agartha, Federico González y col.).


3. Diego García Palacio escribe en su Carta-Relación:


Tañían sus trompetas y atabales un día y una noche antes, y luego todo el pueblo se juntaba en la manera susodicha, y los cuatro sacerdotes dichos salían del cu (Ku) con cuatro braseritos de fuego, y en ellos puestos copal y uli (ulli). Y vánse derechos todos cuatro junto a donde sale el sol y se hincan de rodillas ante él y le sahuman diciendo palabras e invocaciones. Y esto hecho, se dividían hacia cuatro partes: este, oeste, norte y sur, y predicaban sus ritos y ceremonias. Acabado el sermón, se entraban corriendo en unas casas que tenían hechas a los cuatro vientos, y descansaban un rato. De ahí se iban a la casa del papa, que estaba junto al cu (Ku), y ahí tomaban al muchacho que habían de sacrificar, y daban cuatro vueltas al patio en manera de baile, cantando. Acabadas las vueltas, salía el papa de su casa con el sabio y mayordomo, y subían al cu (Ku) con el cacique y principales, los cuales quedaban a la puerta de su adoratorio, y luego, los cuatro sacerdotes tomaban al muchacho en brazos, cada uno de su mano y pie, y salían luego al mayordomo (sic), con cascabeles en los pies y manos, embijado, y por el siniestro lado le sacaban el corazón y lo daban al papa, el cual lo ponía en una bolsa labrada pequeña y la cerraba. Y los cuatro sacerdotes tomaban la sangre del sacrificado en unas cuatro jícaras, que son unos vasos de cierta fruta que los indios usan, y salían unos tras otros, abajaban al patio y a las cuatro partes de los vientos dichos asperjaban la sangre con la mano derecha, y si sobraba alguna sangre, la volvían a donde estaba el papa, el cual echaba la sangre, corazón y bolsa en el cuerpo del sacrificado, por la propia herida, y enterrándolo en el mismo cu (Ku).


4. En el Cristianismo cuatro son los evangelistas y cuatro los seres que los representan: a Mateo el ángel u hombre, a Marcos el león, a Lucas el toro y a Juan el águila. El cuatro es la estructura interna del cristianismo (cruz) como de la cosmogonía precolombina y de otras culturas. El cuatro es el número de la primera manifestación; de la manifestación en general. El cuadrado denota estabilidad. El cuadriculado es la suma de cuadrados indefinidos simbolizando la red del cosmos.


5. Pavimento masónico. En el suelo del taller masónico una serie de blancas y negras baldosas representan los dos movimientos de diástole y sístole universales (lo masculino-femenino, lo activo-pasivo, etc.) y también, todas juntas entre sí, la red del cosmos signada por la cuadrícula de la manifestación. Imagen igualmente de lo indefinido, de lo incalculable y perverso de la multiplicidad. Estas dos porciones del ser humano (yin y yang) conforman un conjunto de oposiciones en perpetuo equilibrio a través de una miríada de factores indeterminados que puedan hacerlo desaparecer. Una guerra, o una ínfima división molecular, o astral, pueden provocar un desastre en cadena, lo que es propio de este periodo cíclico que compartimos los seres y especies de todo este mundo.


Observar también los numerosos juegos que tienen este tablero –llamado igualmente ajedrezado o damero– como soporte simbólico.


Cinco


Si proyectamos los cuatro vértices del cuadrado hacia el interior, donde ellos se cruzan, o sea el punto en que coinciden las ortogonales, obtenemos el centro de la figura y por lo tanto el punto que la sintetiza explícitamente de modo potencial, y como es común en todos los casos es invisible pero real, de toda realidad.


El cinco que está exactamente en el medio de la escala numérica de uno a diez es llamado en la alquimia quinta esencia o éter, el quinto elemento central de la cruz formada por: fuego, aire, agua, tierra.


Es el número clave en la → Tradición China, donde el emperador vivía en el centro de las cuatro provincias cardinales de las nueve que constituían su territorio y cinco son los elementos (fuego, agua, madera, metal y tierra) y cinco los bienes, (riqueza, longevidad, paz, virtud y salud) y otras muchísimas cosas, fenómenos, o seres ya que era la llave de toda su numeración. También en Irlanda antigua son cinco las provincias tradicionales; lo mismo en la Tradición Precolombina, donde constituye la clave numerológica de sus calendarios; igualmente se relaciona con el dios del maíz. También es capital para los antiguos peruanos donde el dios Pariacaca es uno en cinco y lanza el relámpago desde cinco regiones del cielo. Geométricamente es una estrella de cinco puntas que puede ser trazada sin levantar el lápiz del papel: un continuo. Es representado por el pentágono, polígono regular que es la figura central que resulta de la operación anteriormente descrita y la cara del dodecaedro, el último de los polígonos regulares.


El cuatro es el plano de las pirámides egipcias y mesoamericanas y el quinto punto señala su vértice o cúspide en lo tridimensional, y su proyección en el centro del plano, que apunta hacia el cielo.


Para Pitágoras los números eran masculinos y femeninos, lo que ha dado lugar a numerosos estudios y especulaciones, incluso como una idea-fuerza, por tanto, transmutadora. Al cinco los pitagóricos lo llamaban número nupcial pues es la suma del primer número par con el primer impar, de la unión de lo femenino con lo masculino.


Otras Tradiciones lo han denominado el invariable medio (→ Tchung-Yung). En el Taoísmo es nada menos que la unión del Cielo (3) con la Tierra (2).


Igualmente en la Década se acaban las posibilidades cosmogónicas con la proyección final llamada la tierra, que enmarca toda la intensidad de este principio divino y en cada ser la posibilidad de acceder a lo verdaderamente sagrado; hablando del cielo y la tierra no nos queda sino indicar que se trata de la función activa (3) y la pasiva (2) y su perpetua reintegración, lo que se muestra en el abrazo que ambos se prodigan, arquetipo de toda unión sexual, o sea, conyugal.


En el Hermetismo es el número del hombre o microcosmos, y son célebres las representaciones –como la de Leonardo da Vinci– donde se puede ver a un ser humano con sus piernas y brazos extendidos, de modo pentagonal inscritos dentro de una rueda.


En la Tradición Hebrea también se destaca su significado pues son cinco los libros de la Torá (el Pentateuco cristiano). De otro lado son cinco las grandes Eras de las civilizaciones precolombinas llamadas en Centroamérica Soles y vivimos actualmente en la quinta y última.


Se corresponde en el Árbol de la Vida con la sefirah Gueburah, central en el pilar del Rigor, asociada con el planeta Marte.


Es también en el Tarot la carta del Papa, o Sacerdote (Hierofante, Chamán). Uno de los símbolos más importantes de entre todos, presente en todas las culturas y tiempos.


En Masonería el cinco corresponde al grado de compañero.


Seis


Se corresponde geométricamente con el hexágono que es el único polígono regular cuyo radio repetido seis veces completa la superficie de la circunferencia dividida en seis puntos. La figura resultante contiene además una estrella de seis vértices conformada por dos triángulos equiláteros: uno ascendente y otro descendente entrelazados que constituye el símbolo por excelencia de la analogía (y su inversión) y que hemos visto realizada por innumerables pueblos y los occidentales llamamos Estrella de David, y que es asociada hoy con el pueblo de Israel, al punto de figurar en la bandera de su estado. Es el centro del Árbol Sefirótico y el medio de la columna del equilibrio; relacionada planetariamente con el sol, por lo tanto el fiel de la balanza cósmica a ese nivel. Su nombre es Tifereth.


Es igualmente el signo de la complementación de opuestos en una única figura con dos polaridades. En lo tridimensional es el cubo (seis caras) proyección del cuadrado y figura prototípica de la estabilidad asociada con la tierra, mientras el círculo (o el semicírculo), o sea la esfera en lo volumétrico, se vincula con el cielo.


A la Jerusalén Celeste se la asocia con un cubo pues sus lados son idénticos en su longitud, anchura y altitud según San Juan en el Apocalipsis. Además está relacionada con las seis direcciones del espacio si se agregan a las cuatro planas el cenit y el nadir. En lo temporal se refiere a los seis días de la creación del mundo siendo el séptimo el día del sol (domingo) donde Dios reposó y que en geometría se corresponde con el punto de intersección de los radios de los que hablamos más arriba. El número seis debe vincularse con el macrocosmos según el hermetismo. Los pueblos caldeos lo utilizaban como base de su numeración y su cosmogonía (y calendarios) ya que calculaban la superficie del círculo en 360º = 6 x 60. De ellos hemos heredado nuestra Astronomía.


Este número se vincula con la carta del Tarot llamada el Enamorado, donde el sujeto se encuentra en medio de una escena y debe optar por dos caminos señalados por mujeres entre las que debe elegir, (Areté y Kakía), como es el caso del Enamorado en cuestión. Una está dibujada como bella y la otra como fea, y se dice que indican la virtud y el vicio.


Siete


Es la suma de los tres principios esenciales con el cuatro, primer número de manifestación, en cualquier sentido que se trate, 3 + 4 = 7.


Tres es el número del triángulo (cielo), como el cuatro es el del cuadrado (tierra). Por lo que es el de la totalidad del universo, hombre incluido.


Pensamos que por ese motivo es citado tan abundantemente, comenzando por el Antiguo y Nuevo Testamento.


Pero comencemos primero con su relación con la semana y las cincuenta y dos (5 + 2 = 7) semanas del año. La semana une a su vez el número siete de sus días, al de los planetas igualmente siete: lunes = Luna, martes = Marte, miércoles = Mercurio, jueves = Júpiter, viernes = Venus, sábado = Saturno y finalmente el domingo dedicado al Sol, lo que es fácil advertir en inglés: Sun-day, día del sol.


La figura que representa al hexágono, con el punto central sumado al mismo es la representación del número siete; también el símbolo llamado Estrella de David, o Sello Salomónico conformado por dos triángulos equiláteros, el superior unido de modo indisoluble con el inferior como lo muestra la ilustración. Es la característica propia del septenario, es decir la del senario al que debe agregarse la unidad invisible que se suma a la figura.


Como se ve el triángulo inferior es un reflejo del superior como la tierra lo es de los cielos y nos recuerda el aforismo hermético, como es arriba es abajo, o en otro orden, que macro y microcosmos son análogos aunque se encuentre invertido uno con respecto a otro. El cuatro repite la unidad a un plano distinto: 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1. Con el número siete sucede lo mismo en otro plano 7 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1.


En la Tradición Judía se celebra el jubileo, un período significativo de tiempo, cada 50 años que es igual a 7 x 7 = 49 + 1 = 50.


En la Tradición judeocristiana Dios creó el mundo en seis días y el séptimo descansó. Las ciencias antiguas eran siete divididas en el quadrivium y el trivium. En el catolicismo hay siete virtudes sobrenaturales y siete pecados capitales. El candelabro de siete brazos hebreo y las jerarquías angélicas con tres arcángeles (Miguel, Gabriel, Rafael) y cuatro ángeles de base (Anael, Samael, Zacariel, Orifiel) es otro ejemplo de lo mismo. Las fiestas judías duraban siete días, también José le habla al Faraón de siete vacas gordas y siete flacas. Asimismo son siete los altares y siete los carneros que se deben sacrificar en ellos según Números XXII, en fin, que las citas son muchas, como la de los siete Pilares de la Sabiduría de Proverbios IX, 1. Incluso son siete las Pléyades.


En el Apocalipsis del Nuevo Testamento el número siete aparece nutridas veces, al igual que en los Hechos de los Apóstoles.


Pero no es exclusivamente en el judeo-cristianismo donde el siete aparece como una totalidad determinante.


En otra Tradición, la hindú, la Kundalinî despierta recorriendo siete chakras.


Hesíodo, Los Trabajos y los Días, 770-1 (Los Días):

… y el séptimo, día sagrado; pues en él parió Leto a Apolo de espada de oro.


Siete eran los niveles de los zigurats sumerios y siete las cuerdas de la lira de Orfeo, también siete los devas budistas y siete los sabios (rishis) hindúes, igualmente siete los Manús, o sea los gobernantes del cosmos, en dos series de siete.


Como puede advertirse el número de ejemplos es cuantioso y no se trata de enunciar listados más o menos completos, sino tan sólo de señalar la profusa proliferación de este número como muy importante en la simbólica, aunque de hecho todos los números lo son, asunto que hay que tener siempre en cuenta. Se corresponde con la sefirah Netsah.
Se vincula con la carta del Tarot llamada el Carro.


Esta carta nos da la idea de viaje, relacionada con la primera fase del proceso iniciático; se trata de los primeros viajes que nos prepararán para los viajes mayores luego de los cuales el movimiento ha de cesar y se habrá arribado a la región del reposo. No confundir el vehículo con la meta. (Federico González, El Tarot de los Cabalistas. Vehículo mágico).

 

Ocho

El ocho es la suma de dos cuadrados formando una figura octogonal, imagen del polígono indefinido que nunca podrá ser un círculo pues éste se construye con el compás o cordel, pero el otro deviene tratando de obtener la figura circular en base a líneas rectas, por indefinido que fuese su número. Indica entonces el paso respectivo del polígono o el poliedro al círculo o la esfera con todo lo que esto simbólicamente representa. Pero la media esfera y la cúpula deben asentarse en él por motivos constructivos. Sin embargo esto constituye un pasaje del cuadrado al círculo que denota transición y regeneración lo que está presente en determinadas pilas bautismales octogonales ubicadas a la entrada del recorrido de muchos templos. Hay cuatro direcciones espaciales y cuatro intermedias en la rosa de los vientos. Hod y el aleteo de Mercurio. La Justicia y la Muerte de los Arcanos del Tarot (VIII y XIII) están ubicadas en esta sefirah número ocho del Árbol de la Vida Cabalístico en su recorrido descendente-ascendente.


El octógono es tomado como el límite entre los polígonos de ocho lados o más –incluso indefinidos– y el círculo, que constituye otro tipo de figura netamente diferenciada.


Nueve


Formado por una triple tríada 3 + 3 + 3 = 9 es llamado el número de la circunferencia y divide en cuatro esa figura: 4 x 90 = 360º. Se dice también que es un número incorruptible porque sus múltiplos y submúltiplos se reducen siempre a 9: 9 x 8 = 72 = 7 + 2 = 9; 72 x 9 = 648 = 6 + 4 + 8 = 18 = 1 + 8 = 9, etc.


Es también el número central de ocho direcciones –la rosa de los vientos– más el centro. En China es muy auspicioso y en cuyo interior estos se interrelacionan y giran.


La circunferencia, de valor nueve más el punto central que es su origen, constituyen el denario, valor atribuido al círculo que ellas conforman. En Cábala es Yesod, el Fundamento. En el Tarot se vincula con la carta del Ermitaño, el antiguo Saturno, relacionada con Crono.


Diez


El diez es el paradigma creacional, tanto en la decena de los primeros numerales y la Tetraktys pitagórica: 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1 como en la culminación del Árbol de la Vida Cabalístico. Los diez nombres de Dios, las sefiroth. Cifra perfecta como también lo son el 100, el 1.000 y el 10.000 para todos los usos y en distintas Tradiciones; Malkhuth, el mundo de la acción, (es la Unidad en acto), la Shekhinah, bendita sea, la morada de la inmanencia divina.


Década

La Década es la consumación de toda la serie numérica. En el Árbol Sefirótico esto es notorio ya que Malkhuth es la expresión última de la deidad en donde esta se encuentra presente por medio de la inmanencia divina y es una sefirah tan sagrada como el resto. Por otra parte el mismo número se descompone de este modo: 1 + 0 = 1, donde se ve claramente que es un reflejo de la unidad.


Pues la década, hijo, es la generadora del alma, vida y luz son unificadas y entonces nace el número de la unidad, del aliento vital. Así pues, según la razón, la unidad contienen la década y la década la unidad. (Textos Herméticos, XIII, 12).



Primavera 2014


La Muerte


"El beso de la muerte", escultura de Jaume Barba
Cementerio Poblenou, Barcelona (Foto: Oscar Díaz)


"En ti sola se consuma la decisión de todo, ya que eres la única que no atiende a votos ni a súplicas". (Himno Órfico, A la Muerte)


Palabra tabú, temida, ignorada, acabas siempre compareciendo para poner punto final a una posibilidad, sea la que fuere, abriendo así el paso a una nueva realidad. Pareja inseparable de la vida, muchas veces tu beso nos roza y perplejos, no sabemos apreciar tu inmenso poder regenerador, y te esquivamos. Deseamos que demores tu llegada, cuando en realidad tu presencia es una constante, y morir, en vida, abre las puertas para concebir el misterio que cobijamos en nuestra alma.


Dialogar contigo es aprender a hacerlo con nosotros mismos, pues eres la iniciadora de esa cara oculta de nuestra intimidad que acaricia lo Inmutable. Si con la vida participamos del movimiento, la sucesión y la recurrencia cíclica, contigo gustamos la quietud y la inmovilidad. Si con la vida el calor y la luz, contigo el frío y la oscuridad, lo pétreo, lo imperturbable. Optar por una de estas dos caras es renunciar a ser, pues ser es conjugar esos dos aspectos indisolubles y pretender separarlos es perder la oportunidad de trascenderlos. Para ir más allá es imprescindible reconocer su alianza inquebrantable.


"Hamlet" de William Shakespeare
Interpretada por Laurence Olivier


Amiga te digo con respeto, compañera, amada, te formulas como un gran interrogante, una pregunta abierta, un abismo sin fondo ni altura, un vértigo... Me atraes y lucho, me bato en agonía -que eso es lo que significa agonía, "lucha", pero al mismo tiempo "reunión"-, y termino rindiéndome a tu seducción. Me aproximo con la palabra, te susurro al oído y tu respuesta invariable es silencio, silencio, silencio. Reinvento el mundo para seguir intuyendo tu presencia, tan cercana, tan lejana. Si "amor" todo lo coagula y une, sin la "a", "mor", morir, todo lo disuelve, y deshaciendo los nudos de la ignorancia, irrumpe tu vacío, contundente. Calavera hueca, la sangre se me congela, y aun así ¡cuán difícil alcanzar el gran misterio de esta unión de hielo y fuego! Jamás imaginé alianza tan penetrante, pues cuanto más me matas, más te amo y muriendo, más vivo una vida nueva.


Pero hay algo que parece no ser definitivo, ya que los decesos y renacimientos se van encadenando en una escalada que, ¿tiene fin, o no lo tiene?


Civilizaciones enteras que nos han precedido se erigieron con la finalidad de preparar el recorrido post-mortem, lo cual da mucho que pensar, ya que desde que nacieron (y con ellas todos los seres que las integraron) vivieron para actuar ese viaje del alma hacia su puerto de destino. Los egipcios, sin ir más lejos, levantaron todos sus templos, invocaron a todos sus dioses, realizaron todos sus ritos, ceremonias, gestos, himnos, escrituras, artes y artesanías con el único propósito de dramatizar la aventura del traspaso a otra vida que denominaron "más allá". Y no era su pellejo o individualidad lo que pretendían salvar, ni mucho menos llevarse a cuestas su cuerpo, seres queridos y posesiones materiales para comenzar otra existencia signada por idénticas características, sino que era la búsqueda, o mejor dicho la experiencia de la Inmortalidad, de la Liberación total, lo que les atraía y a lo que se entregaban desde que pisaban esta tierra.


"Pia Desideria", Herman Hugo, 1624


Porque esa "otra vida" ya empezaban a conocerla aquí, de ahí el sentido y razón de ser de sus ritos iniciáticos -o sea de la iniciación, tan posible entonces como ahora-, que incluían la muerte del hombre viejo y su inmediato renacimiento virtual como un hombre nuevo, responsable de sí mismo y capaz de emprender la ardua tarea de realizarse en la plenitud de sus posibilidades humanas y no-humanas, tanto las más oscuras y densas como las más elevadas, sutiles y universales. El mito de Isis, Osiris y Set no hacía sino ejemplificar este proceso arquetípico de extraer el orden del caos, construir el cosmos, despedazarlo, irradiarlo hasta sus límites para volver a reunir lo disperso, recibir en el centro la fecundación del espíritu y dar a luz al niño dorado, Horus, prototipo del iniciado, hijo de la luz emanada del Espíritu que pone a su favor el tránsito por el estado humano para penetrar el secreto que se alberga en la vida transitoria y en las innumerables muertes y renacimientos que la incluyen.


Ciertamente, muerte, eres un límite; y esta realización espiritual que mencionamos, implica ir alcanzando límites para franquearlos, accediendo así a otros estados de conciencia, desconocidos hasta entonces, pero que bajo la luz de la enseñanza iniciática y su praxis en el alma, se tornan cognoscibles. Por eso se baila contigo una danza trenzada en la que se leva el ancla y se va tirando lastre, ora esto, ora aquello, posesiones materiales y mentales, esperanzas quebradas por inmensas olas, ilusiones espejadas en la aguas calmas, desiertos salubres angustiosos, brisas que disuelven e impelen el vaivén de la barca meciéndose entre una orilla y la del otro lado... Aquí la vida, en medio la franja del deceso, una nueva vida en la riba opuesta... ¿Y la Vida eterna? ¿Para cuándo?


"Danza de la muerte", Holbein


¡Ven, ven, ven! Con tu proximidad el tiempo se lentifica, el espacio en el que moverse se va constriñendo, reduciendo en torno a un punto quieto. No hay escapatoria, implacable cercas el cerco, cada vez más y más estrecho, más concentrado. Es cosa de un instante, aunque la agonía puede prolongarse, o durar apenas un segundo. Y he aquí, justo sobre el límite, la pequeña puerta cerrada, bien custodiada. Corazón, en ti todo el Secreto de la vida, de la muerte y de la Vida eterna.


"Cor Iesu amanti sacrum"
Wierix (1585-86)


Momento decisivo al que se arriba solo; o guiado únicamente por esa energía intermediaria llamada Toth-Hermes-Mercurio, cuya función, ahora, es la de pesar el corazón del difunto, que se dice debe ser más ligero que la pluma ubicada en el otro platillo de la balanza. Corazón que ya viene latiendo desde la vida intrauterina y que será el último órgano en dejar de funcionar, independientemente del cerebro. Atanor en el que se realiza todo el viaje iniciático, toda la labor de transmutación, pues en él se aloja la luz espiritual del Principio, esa luz interna, inmaterial, que alumbra la caverna desde el inicio del trayecto guiándolo hasta su conclusión.


"Cor Iesu amanti sacrum"
Wierix (1585-86)


Lugar protegido, a cubierto, hueco en sí mismo, y lleno a la vez del calor y la vida de la sangre. Tierra fértil en la que está depositada la semilla de Inmortalidad. Morada del niño divino que nace en su seno -hijo de la copa vacía inseminada por el Espíritu-, infante que viene a dar testimonio del Reino, que no es de este mundo pero que sin embargo mora dentro de cada ser humano. Con el Verbo vibrante, fecundador y fecundo revela que él es "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn. 14,6). Sabe de dónde viene y a dónde va. Conoce los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, que hace experimentar a quien le atiende y recibe. "En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt. 18, 3).


Desde esta escuela cordial oculta en el centro de todo ser, el tierno niño emite su enseñanza:


"En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron" (Jn. 1, 1-5).


"Cor Iesu amanti sacrum"
Wierix (1585-86)


Y repite hasta el último instante: "Aférrate a la instrucción, no la sueltes, guárdala, que es tu vida" (Proverbios 4, 13). Todo está dicho en las escrituras, sean de ésta o de aquella tradición. "El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mt. 24, 35). Así es que el secreto es hacer de la Palabra tu vida, y de la Palabra tu muerte, y por ella, con ella y en ella penetrar el misterio de la Inmortalidad.


"Cor Iesu amanti sacrum"
Wierix (1585-86)


Confiando plenamente en que: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí. De su seno correran ríos de agua viva" (Jn. 7, 38). Y: "Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida" (Proverbios 4, 23).


"Cor Iesu amanti sacrum"
Wierix (1585-86)


Así es que ya poco se puede agregar. Cada ser pronunciará voz en grito, o repetirá silente para sus adentros, la Palabra liberadora antes de expirar, antes de atravesar esa frontera que sólo lo no-humano, lo suprahumano puede franquear. Muy ligero debe estar el corazón, vacío de pertenencias, vacío de imágenes, de formas, de ideas; vacío de hombre, del mundo y de Dios.


"Cor Iesu amanti sacrum"
Wierix (1585-86)


"La inmortalidad no es la grosera suposición de que el ser humano puede no morir o que adquiere una especie de patente de corso para ser admirado en un futuro.


Al contrario se trata de morir a un estado y resucitar a otro totalmente nuevo y virginal, no regulado por las coordenadas del espacio y el tiempo de los hombres. Sólo el espíritu es inmortal. Por lo tanto el alma capaz de unirse con el espíritu se hace inmortal más allá de cualquier literalidad o pretensión humana de supervivencia indefinida"
(Voz "Inmortalidad" del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías).


Muerte ineludible. ¿Quién la vencerá? Sólo Quién.